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Lunes, 15 Octubre 2018 09:38

Juzgado 5to. afecta a otra madre al quitarle niña de 4 años; en el caso del doctor Rosales

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Por Gerardo Sandoval Ortiz

El vía crucis de Gloria inició luego de una tenue discusión con el padre de sus dos pequeñas. Se negó compartir su hogar con la hija y yerno de su pareja, disgusto que aprovechó para visitar a su madre y viajar a Guadalajara. Regresó en una semana y halló la puerta cerrada de casa.

En los últimos diez días de julio pasado, el mundo de la enfermera de IMSS se derrumbaba. En cuestión de días se desencadenó una serie de discusiones, juicios y litigios; el fin de sueños e ilusiones.

Es la historia en breve de Gloria Nínive Haro Robles y Alejandro Rosales Medina, enfermera y doctor en el Hospital de Zona 42 del Instituto Mexicano del Seguro Social. Papel protagónico juega Susana Real, una maestra de profesión, que irrumpió en la relación de los dos primeros, cuando abrió las puertas de su guardería, la Estancia Infantil “Mi Escuelita” y le confiaron a una niña de apenas cuatro años de edad.

Fue en diciembre de 2009, recién egresada de sus estudios de enfermería, cuando Gloria Haro llegó a Puerto Vallarta. Con ropa básica y muchas ilusiones en su maleta se instaló en casa de una amiga en Rincón del Cielo y puso al servicio de pacientes de la clínica 42 sus conocimientos de medicina. Casi nueve años después, admite su estatus de vulnerable en aquellos días. Fue esa condición que aprovechó en grado de abuso su compañero de trabajo, el doctor Alejandro Rosales Medina. Éste mayor a ella con diez años de diferencia.

Del 2010 hasta julio pasado, fue un continuo disfrutar de la vida para Gloria Nínive. Aceptó los cortejos del doctor y desde el primer trimestre de ese año ya vivían juntos. Hasta hoy analiza los apuros del padre de sus dos hijas, de irse a vivir con ella a Rincón del Cielo. Dos años vivieron en el exclusivo coto de Valle Dorado. En ese ínterin se enteró que en realidad no estaba divorciado como le había jurado. La esposa entabló un juicio contra su pareja. Ello no fue obstáculo para vivir el amor. Luego se fueron a la casa del médico, una finca en la calle Cracatoa de la colonia Linda Vista Océano. Nada en el horizonte amenazaba la relación.

Hace cuatro años nació la primera de dos hijas de la relación de Gloria y Alejandro Rosales. La otra, la pequeña es de brazos, de apenas unos cuantos meses de edad.

Como la canción de Gloria Trevi, ahora en el recuentro de los daños, es probable que el ocaso de la relación se originó cuando confiaron a Diana Marisol a la guardería Mi Escuelita. Se ha identificado a “la maestra”, Susana Real como la responsable de haber “terciado” en la pareja y propiciar el rompimiento.

En marzo pasado ocurrió algo inesperado. El médico Rosales sufrió una hemorragia cerebral y es de tanta gravedad que literalmente ha sido declarado en incapacidad médica y física. A la fecha no se reincorpora a su trabajo en el IMSS.  Quienes lo buscan pueden hallarlo en la Unidad de Medicina Familiar Arcos. Esta es una clínica privada que se presume es de su propiedad.

El Evento Cerebro Vascular (ECV), la hemorragia cerebral, que atacó al doctor Rosales deterioró su salud y entre otras consecuencias, le ocasiona convulsiones, mareos, pérdida parcial de lenguaje, movilidad motriz. Inclusive, suele sufrir pérdida de conocimiento.

En la “nota inicial de urgencias” médica fechada el 9 de marzo, se indica el motivo de la consulta: “crisis convulsiva”.  Se advierte de la malformación arteriovenosa, con huellas de sangrado en boca y laceraciones en el labio inferior. Cuatro días después, se confirma el diagnóstico catastrofista, pero con pronóstico optimista: Hay hemorragia intercerebral.

Destacamos las precarias condiciones de salud del doctor Alejandro Rosales por lo siguiente: Una semana después del 20 de julio, la enfermera Gloria Haro regresó de visitar a su madre, pero no pudo ingresar a su hogar. Las chapas habían sido cambiadas y lo confirmó en una llamada telefónica. Rosales le había dado el cortón y, lo supo semanas después, había iniciado una demanda reclamando la potestad de la mayor de las niñas.

En tanto resolvía su situación personal buscó para rentar una  casa y retomar su trabajo en el IMSS. Gloria percibía que algo grave ocurría. Hasta el 20 de julio, no existían problemas con el padre de sus hijas. No discutían. Hoy se siente tranquila, pues exigió su privacidad al oponerse compartir su casa con otra familia desconocida para ella. Rosales exigió sin tregua que recibiera a una hija mayor casada y con una hija, y al yerno. “Yo no estaba preparada para eso. Estaba en mi derecho”, se sostiene la enfermera.

En realidad los problemas empezaron cuando acordó de manera verbal compartir convivencia con la niña de 4 años. Cierto día acudió a la estancia Mi Escuelita y le avisaron que había instrucciones “del padre” de prohibir verla. Reclamó. La decisión la había tomado el médico Rosales. Ella se atrevió luego a solicitar el apoyo de “la patrulla rosa” y así ver a su hija. Ahí supo por primera vez de un “emplazamiento” a ella, de la existencia de un litigio por la custodia de la menor. Siempre vía verbal, le notificaron del mandato judicial precautorio de una juez. Los elementos de “la patrulla rosa” se declararon imposibilitados de intervenir. Ella, se propuso organizar su defensa y recurrir a la asesoría jurídica profesional. “Estoy dispuesta a todo. No voy a permitir que dividan mi familia, a mis dos hijas”, subrayó.

Un detalle no cuadra en la inteligencia de Gloria Haro Robles. No alcanza a asimilar qué poderosas razones motivan al padre de sus dos hijas pretender arrebatarle solo a una de las dos niñas. Lo razonable sería un reclamo legal por las dos menores.

Ha sido el médico Rosales quien acudió a los “tribunales”. En efecto, fue llamada a la oficina de la Procuraduría Social del gobierno del estado en el edificio de la UNIRSE. No hubo acuerdo de ninguna naturaleza. Dicha Procuraduría tiene limitaciones legales y su campo solo llega al orden conciliatorio. Como madre, no acepta separarse y separar a su hija de cuatro años de su hija menor.

El recurso de Rosales Medina es una “demanda de guarda y custodia” de la menor Diana Marisol. El expediente está en el Juzgado Quinto en materia civil. Firmado por una funcionaria menor, no por la jueza titular, se resolvió la medida de prohibirle a la madre ver a la niña. La notificación por escrito fue muy posterior al “aviso verbal” dado por el padre y ejecutado a cabalidad por el personal de la guardería “La Escuelita”.

El martes 25 de septiembre, la secretaria de acuerdos del Juzgado en mención, Karla Lizett Cortes Pérez, firmó el oficio concediendo la “custodia provisional y definitiva” en favor de Alejandro Rosales Medina. Esa fue su demanda “vía sumaria civil”. Tres días después, el viernes 28, el médico le avisa a Gloria que podía ir a recoger sus pertenencias a la casa de la calle Cracatoa. “Ahí estaban mis garras arrumbadas en un rincón”, contó.

Aquel viernes, el médico le dijo algo más, en tono mandón: “Ya no vas a ver a tu hija”. Sería el lunes 1 de octubre cuando recibió el escrito de la custodia dada al padre.

Preguntamos cual fue la argumentación, motivación, las razones que convencieron al Juzgado Quinto Civil arrebatar a la madre y entregar al padre a una menor de 4 años. Fue luego de plantear la pregunta cuando revisamos la motivación que se valoró para fundamentar la resolución. Es simple y sencilla: la madre pidió su cambio de (hospital) trabajo; la niña tiene apego a su medio hermano Julio de 14 años. La menor “no era muy afín a ella, por el contrario, siempre ha preferido estar con el de la voz (el padre); a pesar de su corta edad ella me ha externado que está feliz viviendo en mi casa…”.

No disponemos nada de la defensa de la contraparte que por su lado mantiene su dicho de no haber sido condenada, todavía cinco días después de firmar la custodia, a un estado de indefensión.

Dejamos al final un dato. En el periodo del 20 de julio a la disputa por la custodia de la menor, un informante anónimo confió a la enfermera el “motivo” de la conducta de su expareja. Había entre ellos una mujer. Le dijeron que era “la maestra” de la guardería. Hubo nombres. Ahora ya entiende los constantes regalos de la maestra Susana Real a la niña en disputa, el solidario apoyo en agosto y los últimos diez días de julio, que la alentaba y aconsejaba la separación (la regla dice que una maestra procura la integración familiar, no la desunión).

La maestra de la discordia posee una personalidad manipuladora. Por lo menos, así la define una profesional de la psicología consultada para el escrito. Le atribuye la autoría del plan maquinado y ejecutado por el doctor Rosales.

Entonces, respecto a la responsabilidad del Juzgado Quinto de lo Civil si resolvieron y otorgaron la custodia sin considerar los argumentos de la madre y movidos oscuras razones, no sería nada extraordinario combatirlo en una segunda instancia. No cuadra que un juzgador resuelva separar a una menor de 4 años de su madre y de una hermana de meses de edad. A menos que se rijan por valores trumpianos, donde lo común es dividir a las familias latinas.

Nos resulta muy poco convincente se arrebate del hogar materno y otorgue la custodia de una niña de 4 años a una persona inhabilitada física y profesionalmente, incapacitado de su empleo desde marzo pasado, hace ya siete meses. Lo menos que debería aplicar es revisar la salud de la parte demandante. Si se consideró que el médico Rosales Medina padece de convulsiones, de mareos, tiene perdida de movilidad corporal, de leguaje, de vista, y aun así es apto para brindar total atención a una niña, entonces, la disculpa por anticipado a los impartidores de justicia del Juzgado Quinto. En tanto, nosotros acá vamos a sostener las dudas y sospechas. Si las evidencias sustituyen las sombras de las sospechas, el asunto trascenderá más allá.

 

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