La calentura hizo ebullición en El Tapanko y provocó morboso fuego en el área de los bailes privados; he aquí sus causas más probables
Escrito por Jorge OlmosPor Jorge Olmos Contreras
El área todavía desprendía olores prohibidos de las noches de pasión que se viven a diario en el burdel de bajo mundo conocido como “Tapanko”, allá en la otrora zona de tolerancia, en donde un inesperado incendio despertó el morbo de propios y extraños. Que si el fuego se debió a la calentura sexual que todos los días ahí se exuda, que si fue la visita reciente del regidor Luis Munguía --quien por cierto, andaba hasta las chanclas, para no variar—o que si fue el baile erótico pornográfico de la chica del bikini rojo, la más alta y guapa de todas, asediada por los varones que ahí pululan en busca de la miel prohibida.
En fin, del Tapanko se pueden contar una y mil historias, sobre todo porque la prostitución está a la orden del día, lo ilegal es la tarjeta de presentación y la trata de blancas ni se diga, pero eso no le importa a nadie, todos hemos acudido alguna vez para ver y que no nos cuenten.
Lo curioso es encontrar todos los fines de semana a funcionarios destrampados o a lujuriosos caricaturistas de los periódicos amarillistas alimentando el ingenio para confeccionar el cartón del día siguiente, como ese en donde dibujaron a Luis Munguía como una prostituta que gusta de desvelarse en este lupanar, cuya fama crece como la espuma, junto con sus irregularidades.
Ayer lunes, muy temprano, un incendio sorprendió a los desvelados trabajadores que tuvieron que llamar a los bomberos para apagar el humo que salía del área de los “bailes privados”, ahí donde todavía había sábanas húmedas y olores que subían de tono conforme salía el astro rey y nos comenzaba a quemar con este calor que no cesa ni con una fuerte lluvia ni con una coronita bien helada.
Los bomberos se desconcertaron, no sabían si el humo era producto del corto circuito de unos cables viejos, o si se trataba de los humos y aromas que emana la reina de la noche, junto con uno que otro agraciado que trae dinero para comprar los placeres que la vida le ha negado, como el regidor Luis Munguía, quien tiene una rara fijación por las menores de edad, pues en el Tapanko también las encuentra, y por montones. (Esta historia, continuará en la próxima edición impresa de www.vallartauno.com)
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