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Miércoles, 05 Octubre 2016 22:46

Sexo no apto para mujeres

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Por Celia Blanco/El País

Pocas cosas tan personales como elegir qué quieres en tu cama.

Afortunadamente hemos ampliado el espectro de permisividades sexuales, de forma que cada vez son menos las prácticas que provocan escandalera cuando se hacen públicas. Ya casi decimos sin ruborizarnos que en el próximo trío elegimos del todo. Cuando hablamos de tríos la mayoría considera que esa unión estará formada por dos féminas y un macho y no solo los hombres, también muchas mujeres. Si no escondes tu bisexualidad, la cosa se agudiza. En cuanto una mujer reconoce ser bisexual, muchos de los presentes varones intentarán que los invite con una amiga a pasar por su cama. Aunque no se lo crean hay mujeres que se mueren por acostarse con dos hombres. Y eso también es un trío. Pero el machismo nos niega esta posibilidad. 

La generación que nos precede fue castrada por un régimen fascista que metió a la santa inquisición en todos los dormitorios de este país. Se supone que gracias a la lucha de las mujeres que pelearon por sus derechos incluyendo los más íntimos, aprendimos a meternos en una cama con dos jugadores de rugby si triunfamos en el tercer tiempo. Ese es uno de los grandes triunfos del feminismo: Descentralizar las apetencias sexuales de la entrepierna masculina, dándole valor a las palpitaciones que las mujeres tengan en la suya. Entiendo que a la mayoría de los hombres heterosexuales les apetezca hacer un trío con dos mujeres. Pero exijo que no cuestionen que ese no sea el único en el que quiero participar. 

Lástima que la cosa se complique con ese sexo considerado no apto para mujeres: como todo el mundo sabe, hay prácticas sexuales que solo desean los hombres (aha); el bukkake es una de ellas. Hay quien sostiene que cuando una mujer lo practica es vilmente humillada y mancillada (ejem). Y por supuesto, si decide situarse entre cinco hombres a los que les baje ella misma los pantalones para hacerles felaciones hasta conseguir que los cinco eyaculen sobre su cara es porque ha vivido toda su sexualidad sometida a las apetencias masculinas de sus anteriores amantes. (¡Glub!) Conozco a infinidad de mujeres y a un buen puñado de hombres que se permitirían el lujo de afirmar todas las anteriores sentencias haciendo gala de ser feministas.

S=EX2, la ciencia del sexo de Pere Estupinyà, es algo así como la biblia de las curiosidades científico sexuales. El cazador de cerebros que ahora pulula por La 2 describe lo que ocurre en tu cerebro cuando te metes en faena. La lectura supone un aprendizaje de perversiones que ni te imaginas describiendo científicamente qué ocurre con tus neuronas cuando practicas sexo, convencional o el más transgresor que imagines.

Algunas prácticas sexuales se presuponen eminentemente masculinas por estar incluidas en la oferta del porno gratuito

Estupinyà sostiene que las fantasías sexuales aparecen por muy diferentes motivos, incluyendo haberlo visto en un cómic de Milo Manara. Si te animas a llevar tu fantasía a cabo, descubrirás si te gusta más o menos y la incluirás o no en tu repertorio amatorio como fetiche personal. “Si la tienes mucho tiempo en la cabeza, te la prohíbes a ti misma, y cada vez genera más deseo, cuando la hagas puede darte mucha más satisfacción, y generar un cierto grado de obsesión”. ¿No será mejor que descubramos hasta qué punto es real que nos guste semejante puesta en escena? Evidentemente, hay infinidad de mujeres que no se sienten atraídas por una práctica así, pero también las hay que imaginan ser el centro de atención de una eyaculación múltiple y se siente poderosas. El problema es que se las juzga.

Si fuéramos con el libro en la mano, a nadie se le ocurriría rechistarte lo más mínimo, o acusarte de que tienes una sexualidad marcada por el heteropatriarcado. 

Hasta en las mejores familias en las que se pondera a la mujer, hay machismo. Lo hay desde el momento en el que presuponen que existe un sexo no apto para mujeres. El bukkake excita por tratarse de sexo no convencional. Del bukkake la mayoría solo sabemos “de oídas”. Basta ver pornografía en streaming (páginas web por las que no pagas) para que te des de bruces con él incluso sin buscarlo. Hay quien sostiene que la pornografía que no es elegante no interesa a las mujeres. Sin embargo, el bukkake es un fetichismo más. Los fetichismos dependen de los factores culturales, eso los hace tolerables o prohibidos: Se acepta la altocalcifilia (fetichismo por los zapatos de tacón) pero horroriza el bukkake por una cuestión de educación sexual. Uno no es mejor que otro; simplemente estamos más acostumbrados a excitarnos con zapatos de tacón que no pisen asfalto que con cinco tíos eyaculando sobre una mujer.

El bukkake es un fetichismo sexual que pocas mujeres reconocen practicar.

Reprimir ese interés puede generar aún más tensión sexual que más nos valdría resolver. Las represiones generan obsesiones. Y eso está demostrado empíricamente. Si nos llama la atención el bukkake pero sistemáticamente nos lo prohibimos (o nos lo prohíben) es más que probable que nos cueste quitárnoslo de la cabeza y puede que no disfrutemos de nuestra sexualidad hasta que no sepamos si nos gusta. ¿Por qué no se nos permite tener el bukkake como fantasía sexual? Y, sobre todo, ¿por qué hay quien se empeña en repetir hasta la saciedad que si una mujer practica un bukkake es porque un hombre la ha obligado, conminado o convencido para que lo haga? Esto sí que es un discurso machista ¿No puede ponerse cachonda una mujer imaginándose de rodillas rodeada de vergas enhiestas que culminan su excitación sobre ella? ¿Quién lo dice?

Nadie tiene derecho a saber lo que nos gusta en la cama sin ni siquiera pasar por ella. Menos aún a imponernos qué tipo de pornografía o sexualidad es la más apropiada para nosotras. Ojalá hubiera más porno gratuito de calidad, pero mientras no lo haya, paguemos por ver el que nos gusta; hay páginas con ofertas a un euro. Practiquemos el sexo que más nos excite sin rendirle cuentas a los que no estén invitados. Soy madre, esposa y amante y ejerzo las tres categorías en la misma desbordante proporción. Es la nueva reivindicación de aquello de ser una señora en la mesa y una puta en la cama. Y me gusta. (Esta columna que se llama MORDISCOS Y TACONES, se publicó originalmente en la versión digital del periódico El País)

 

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