En los días siguientes, una vez que superó el enclaustramiento en su propia casa, decidió salir, ir al restaurante de siempre, en donde oficio su primera rueda de prensa de la campaña, para analizar, junto con sus más cercanos amigos, quién jugó chueco, quién no lo apoyó y quién o quiénes de plano decidieron sumarse a la campaña del candidato del MC, Arturo Dávalos Peña.
Siempre respaldado por su amigo Luis Alberto Alcaraz –el periodista más cercano a Andrés—el candidato perdedor del PRI soltó en corto que lo habían traicionado, que por eso había perdido la elección y que por eso no sería presidente municipal. Estaba enojado, irascible, no soportaba nada ni a nadie, él jura y perjura que las traiciones jugaron un papel determinante en su desplome final.
MOROS CON TRANCHETE
Entre sus amigos, confió que uno de los que lo traicionaron fue el regidor priista, Adrián Méndez González; que él sabía que El Archi había apostado todas sus manzanas a la canasta de Arturo Dávalos Peña, que es una persona de lo peor, que era la encarnación traidora de Rafael Yerena Zambrano, etc., etc.
Los dichos de Andrés pronto llegaron a los oídos de Adrián Méndez, quien de inmediato desmintió semejantes versiones, pues si alguien se mantuvo al lado de la campaña del PRI, ese fue el mismo Archi, quien además fue el único político que tuvo la madurez para señalar que la campaña de Andrés estaba mal, que él veía a un MC duro y que el riesgo de la derrota estaba latente.
En charlas con el columnista, Adrián Méndez coincidía en que se estaban cometiendo errores garrafales, como el dejar ir al activista David de la Rosa –quien se sumó al MC--, que nunca se buscó a personas que abandonaron el proyecto priista como Lupita Famanía y otros y que nunca hubo una estrategia para dialogar con decenas, quizá cientos de priistas que se sentían (se sienten) agraviados por haber sido relegados, pisoteados y hasta humillados en las administraciones de Gustavo González Villaseñor, Javier Bravo Carbajal y con mayor saña, durante el gobierno de Salvador González Reséndiz.
Todo parecía indicar que el único que tenía los pies bien puestos sobre la tierra era Adrián Méndez González, todos los demás estaban levitando, flotando y el propio Andrés se conducía con soberbia, con un dejo de grandeza –al estilo Rey de Pueblo-- y actuaba como si ya fuera el mismísimo alcalde.
EL CIEGO
Andrés no admitía críticas, no reparaba en que lo personajes más quemados del priismo vallartense le estaban haciendo mucho daño, como El Pelón Vázquez, como Reemberto Quintero y su mujer, como el mismísimo Chuletas y tantos otros que fueron una cofradía de pillos en la administración de Gustavo González Villaseñor.
Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Mención aparte merece Antonio Lugo Morales, un personaje tan antipático y nefasto a quien lo dejaron operar parte de la campaña y al que le permitieron aparecer al lado del candidato en todas las ruedas de prensa y en muchos eventos políticos. Craso error.
Andrés siempre tuvo al enemigo adentro, pero él mismo lo consintió, por eso ahora que sigue rumiando la derrota, debería hacer un auto análisis de que el resultado de la elección fue producto de toda una serie de factores que él no logró ver ni captar, pero que con el paso de los días lo llevaron a cavar su propia tumba política.
Cómo ignorar las imposiciones que nunca supo sacudirse, como las del ex alcalde Salvador González Reséndiz, quien metió mano a más no poder en la planilla de regidores; o las recomendaciones del Partido Verde para llevar a un vetusto Armando Soltero Macías en la segunda posición; o la descarada introducción de Abel Chávez Galván.
VIEJOS Y MAÑOSOS
Traía un equipo viejo, con mucha experiencia… pero en mañas. Y el mejor ejemplo de viejos mañosos lo tenemos en el otro veterano del campesinado vallartense, Armando Villaseñor, quien además es muy cuestionado en el municipio por sus nexos con gente nada recomendable.
Pero el colmo de la estulticia fue aceptar la presencia de Antonio Lugo Morales, un tipo labioso que logró hacerle creer a Andrés y a todo el priismo vallartense que era delegado del CEN del PRI en Vallarta por obra y gracias del senador Manlio Fabio Beltrones, y que él tenía derecho a designar a los directores de varias dependencias municipales y a meter muchos recomendados a la nómina. De hecho ya no pedía, exigía decenas de cargos públicos antes de que llegaran al Ayuntamiento.
Antonio Lugo falló en todo, incluso se vio tan ridículo como Juan Carlos Peralta (el operador tabasqueño de Chavita que también le metieron a la fuerza a Andrés) y otros que antes trabajaron con Chava, que, al igual que Alberto Lamas y El Cubo Sergio Ramírez en Guadalajara, engañaron al candidato diciéndole que todas las encuestas lo daban como un virtual ganador. Incluso llegaron a decirle a Andrés que tenía 17 puntos de ventaja y unos días antes de la jornada electoral, lo ubicaron con siete puntos porcentuales arriba de Arturo Dávalos, mentiras y más mentiras.
Todas estas rémoras no pudieron controlar a sujetos como Antonio Lugo –ni siquiera el abogado Alfonso Bernal, el más serio y capaz de toda esta bola—que el día de la elección le encargaron que operara para tener enlaces directos con un comandante de la Fuerza Única, con otro de la Policía Federal y comunicación permanente con las fuerzas armadas para evitar que el equipo de Andrés fuera agredido por vándalos electorales, pero falló vergonzosamente, todas sus palabras fueron de saliva, jamás tuvo contacto con los policías estatales y dejó que les comieran el mandado cuando los del MC les descubrieron a sus “mapaches” electorales.
LA COSECHA
Hoy, Andrés González Palomera no debe llorar como mujer lo que no supo defender como hombre, y mucho menos debe buscar “traidores” dentro de su partido. Perdió porque se confió, sufrió una dolorosa derrota porque nunca entendió que la gente está harta de ver cada tres años a los mismos. Nunca le apostó a un proyecto joven, fresco. Por el contrario, se dejó imponer una planilla de viejos, con sus muy honrosas excepciones, que le dieron al traste a su campaña.
Ya que el coraje se le disipe de su mente, entenderá que en el remoto caso de que le hayan dado la espalda algunos priistas de primer nivel como Adrián Méndez González, todo se lo debe a su actitud y a lo que sembró años atrás.
A nadie se le debe olvidar que fue Andrés González el factor más importante para que Adrián Méndez perdiera la elección antepasada en que resultó victorioso Ramón Guerrero Martínez, mejor conocido como “El Mochilas”.
Todo el equipo del llamado “Príncipe” –bautizado así por algunos aduladores--, operó para que El Archi perdiera, nunca superaron aquella intervención del jerarca de la CTM, Rafael Yerena Zambrano, cuando fue a Guadalajara para decirle al gobernador Jorge Aristóteles que el candidato de la central obrera sería Adrián Méndez, y no González Palomera.
SIN FUTURO EN EL PRI
Andrés siempre tuvo esa espinita clavada, esperó en su sarcófago político a que pasaran dos años y medio para salir y cobrar facturas, pero lejos de aglutinar a todas las fuerzas vivas del otrora invencible Partido, ignoró a aquellas que en el pasado le ganaron la candidatura, es decir, al equipo del Archi.
En el pecado llevó la penitencia el buen Andrés, y si la gente del Archi ayudó a que ganara (estamos suponiendo, sin conceder) Arturo Dávalos, bien ganado se lo tenía González Palomera, pues no puede pedir lealtad cuando en el pasado fue el traidor número uno.
Ahora su futuro es incierto. No le va a quedar de otra que hacer alianzas con el alcalde electo y si quiere ser de nuevo candidato en las próximas elecciones –como ya lo pregonan sus simpatizantes—veremos si tiene los tamaños suficientes para renunciar al PRI, porque en este partido, ya no hay futuro para él.
Tiene que entender que ya no puede ir por la calle preguntando… ¿Quién engañó a Roger Rabbit?