Sin embargo, qué hemos aprendido y qué debemos aprender de esta experiencia, una experiencia que pudo haber sido muy amarga y que como dijo un experto del Centro Nacional de Huracanes con sede en Miami, si este fenómeno no choca contra terreno montañoso, de otra cosa estaríamos hablando usted y yo en este momento.
De entrada, debemos seguir el consejo puntual que hizo el experto en el tema, el maestro Víctor Manuel Cornejo, de aquí del Centro Universitario de la Costa, quien exhortó a cuidar la montaña, esta zona que nos cubre como una gran muralla de rocas, tierra y árboles, es decir, la primera lección es que se debe tener cero tolerancia a todo lo que represente una agresión a nuestras montañas, no se deben otorgar permisos, licencias ni desarrollos habitacionales o turísticos en esta área.
Malos ejemplos de agresión a la montaña los tenemos a lo largo de la carretera a Mismaloya, donde se han permitido edificaciones que tarde o temprano van a sucumbir ante un fenómeno meteorológico como lo fue “Patricia” en caso de haber entrado a Puerto Vallarta.
Este análisis, que yo lo he llamado “La Segunda Oportunidad”, es una humilde aportación para sumarnos a esta loable causa, que es defender la montaña contra cualquier intromisión del ser humano, para no permitir más deforestación indiscriminada, ni incendios forestales.
No es un tema menor, ni mucho menos, ya que en los momentos más críticos previos a la entrada del meteoro a las costas de Jalisco, se decía que un huracán con vientos de 400 kilómetros por hora sería tan peligroso, que podría destruir edificios altos como los hoteles de la franja turística, hasta pequeñas viviendas y arrastrar automóviles, ya no se diga la pérdida de vidas humanas.
Imagine usted la escena trágica que nos esperaba a los días siguientes de que “Patricia” golpeara con esa fuerza a toda la zona de la Bahía de Banderas: Inundaciones, muertos, falta de energía eléctrica y agua potable por varios días y una infraestructura hotelera severamente dañada –incluso por el desplome de algunos hoteles o por daños que tardarían meses en reparar--, con el agregado de que cientos de casas no muy bien cimentadas se hubieran venido abajo.
En Guadalajara, ya estaban apostados cientos de policías federales enviados ex profeso para atender la emergencia, pero en realidad los tenían ahí para venir a Puerto Vallarta a recogernos en escombros, como bien diría una amiga reportera, que al igual que varios de nosotros, tuvimos miedo razonable ante la magnitud de “Patricia”.
Pero la naturaleza fue tan benévola con Puerto Vallarta y Bahía de Banderas, que realmente nos está dando una segunda oportunidad, una segunda oportunidad para cambiar, para tratar con respeto al planeta, para dejar de ser indolentes, para no tirar basura, no desperdiciar agua, no generar más gases invernadero; porque el cambio climático es un hecho y en cualquier momento nos va alcanzar.
También es momento para que esta segunda oportunidad nos haga cambiar como personas, pues ese viernes de angustia sirvió para unir a miles de familias, padres, hijos y hermanos que estaban distanciados, se juntaron otra vez en una sola casa para esperar lo peor.
Supimos de muchos casos en que el hijo que no le hablaba a su padre, decidió dejar el orgullo a un lado y buscar a su progenitor para estar a su lado en caso de que la tragedia se asomara a su puerta.
O la muchacha que llegó corriendo con lágrimas en los ojos buscando a su mamá a las 3:00 pm, porque creyó que ya no la iba a alcanzar. O los niños que ya por la noche querían que los abrazaran y les cantaran un cuento de cuna para hacerlos dormir.
De alguna manera “Patricia” nos unió, y ojalá sea para que todos tengamos la voluntad de cambiar para bien, incluso para aquellas personas que andan en malos pasos o que pertenecen a grupos de delincuencia, que reflexionen y ya no hagan tanto daño a las familias que pierden a sus seres queridos.
Porque si hoy nos fue bien, en el futuro, de seguir el calentamiento global, no podremos decir lo mismo.
Hoy más que nunca, suenan con fuerza aquellas palabras del poeta inglés John Donne que Ernest Hemingway puso al comienzo de su novela de la guerra civil española:
“No mandes a preguntar por quién doblan las campanas: Doblan por todos”.
Espero que nos sirva de reflexión.