Por Jorge Olmos Contreras
José Preciado Martell es un hombre que ya ronda en los 65 años de edad, entró a trabajar en el entonces grupo Vidafel (Vida Feliz) en 1986, año en que firmó un contrato de “bono de lealtad”, que consistía en la entrega de ciertas cantidades de dinero a todos aquellos vendedores de tiempos compartidos que lograran, en conjunto, llegar a las 25 mil semanas comercializadas primero, y a las 35 mil después, cosa que cumplieron y superaron con creces, pero el patrón de ellos, Daniel Chávez Morán –al que ahora pintan como un “extraordinario” filántropo—se negó a pagarles e incluso, 15 años después de que lo demandaron, se sigue negando a pagar lo que debe, pese a sus multimillonarios ingresos.
Los hoteles Mayan Palace no se hubieran posicionado en el lugar que se encuentran actualmente en el contexto nacional e internacional, de no ser por la fuerza de ventas que tenía Daniel Chávez Morán en 1986, un grupo de hombres que fueron contratados ese año con la promesa de otorgarles un “bono de lealtad” por cada objetivo alcanzado.
En ese tiempo, la modalidad del tiempo compartido apenas se conocía en México, pero hoteles como Vidafel ya vendían este concepto, que consiste en ofrecer a los clientes una semana vacacional al año a cambio de un pago inicial y de estar al corriente con sus cuotas de mantenimiento, que el desarrollo u hotel cobra cada mes.
LOS INICIOS
Originario de Delicias, Chihuahua, Daniel Chávez estudió ingeniería civil en la Universidad de Guadalajara y se hizo hotelero en Mazatlán, donde compró un terreno para construir “Paraíso Mazatlán”, después hizo el “Paraíso del Mar” y a un lado el hotel “Costa Brava Mazatlán”. Era la época en que ya se podían vender “sueños”, “aire” o “saliva”, pues muchas de las veces se comercializaron cientos de semanas de tiempos compartidos sólo con maquetas, sin estar el desarrollo todavía construido.
A Daniel Chávez le fue tan bien con esta modalidad de hospedaje, que en 1985 adquirió un predio en Marina Vallarta, donde edificó el primer hotel “Vidafel”. En este desarrollo es donde aparece un exitoso grupo de vendedores, formado, entre otros muchos, por José Contreras, Manuel Frausto, José Preciado y Martín Beltrán.
Es a estas personas –y a muchos más-- a las que Daniel Chávez Morán les prometió, mediante contrato firmado, otorgarles un “bono de lealtad” que nunca cumplió. Cansados de tanto buscarlo y de que se burlara de ellos, lo demandaron ante la Secretaría del Trabajo, pero con el poder que le da el dinero y sus relaciones políticas –como con el ex gobernador de Guerrero, el asesinado José Francisco Ruiz Massieu y su compadre, el periodista Pedro Ferriz de Con—siempre supo eludir la justicia para no pagar (hasta ahora), e incluso llegó al cinismo de negar, vía su abogado Juan Peña Acosta, que tuviera su domicilio en la calle Lázaro Cárdenas número 3422 (sede de una de sus empresas denominada Servicios Turísticos Exclusivos SA de CV) o que se llamase J. Daniel Chávez Morán, como consta en el expediente del juicio 475/2000 que se ventila en el Juzgado Décimo Primero de lo Civil.
EL CASO JOSÉ PRECIADO
De acuerdo con José Preciado Martell –el único vendedor que no se ha rendido y sigue el juicio contra Daniel Chávez Morán--, a él le deben tres millones 240 mil pesos –más lo que se acumule por incumplimiento--; un millón 350 mil por 25 “bonos de lealtad”; un millón 181 mil 250 pesos por el 25 por ciento retenido que se iba a un ahorro denominado “feria vacacional”, y otros 708 mil 750 pesos por el 15 por ciento, también retenido, de un “paquete administrativo” que le descontaban de sus comisiones.
Con su edad, José Preciado se siente cansado, pero sigue en pie de lucha. No se explica cómo un empresario se olvide de quienes lo ayudaron a posicionar sus hoteles en el primer lugar de ventas durante mucho tiempo, que pese a su crecimiento y expansión hotelera y sus multimillonarios ingresos, se siga negando a pagar a un hombre que dio la mitad de su vida en Vidafel y que siga ignorando el caso, mientras en sociedad se presenta como un “extraordinario filántropo”.
José Preciado fue contratado el 18 de mayo de 1986 mediante un contrato de comisión mercantil para prestar servicios como agente de ventas para la empresa “Turismo de Altura SA de CV”; por su actividad le pagaban entre el 14 y el 16 por ciento por lo que vendía. Lo contrató el licenciado Rodolfo Gaspar Echegaray, representante de la compañía promotora de ventas, mientras que las beneficiarias eran las empresas de Chávez Morán, como Desarrollo marina Vallarta SA de CV, Construvac SA de CV, Costa Brava SA de CV, entre otras.
EL BONO DE LEALTAD QUE NUNCA LLEGÓ
Para motivarlos, al igual que sus compañeros, les ofrecieron un “bono de lealtad” que consistía en un premio especial por producción a las personas que tuvieran ventas relevantes y que era que por cada 25 ventas les daban dicho pago extra. El vendedor facturaba a Turismo de Altura SA de CV, pero en julio de 1990 fue daba de baja fiscalmente y la nueva sociedad sería Servicios Dinámicos SA de CV.
Al paso de cuatro años y cuando ya habían cumplido casi todos los vendedores con sus metas, le preguntaron a Daniel Chávez por la entrega del bono, y el empresario les respondió: “No se preocupen, los bonos se van a entregar porque es un ahorro y patrimonio para sus familias” y puso como límite el primero de abril de 1988, siempre y cuando tuvieran 25 mil semanas vendidas.
Pero Chávez no sólo no cumplió con pagarles, sino que puso otra meta: que les liquidaría dicho bono cuando llegaran a vender 35 mil semanas, cosa que el equipo de ventas logró y superó. Sin embargo, no cumplió, pero los prometió otra vez que les pagaría 68 meses después, sólo si la primera venta del comisionista había sido posterior al primero de abril de 1988; o si esa primera venta fue antes, el bono se liquidaría en diciembre de 1993.
Llegó el plazo de los 68 meses, es decir, 1998, y no pagó los famosos bonos.
ATOLE CON EL DEDO
Antes, en 1991, en una convención, Daniel Chávez les pidió a los vendedores que se constituyeran en sociedades civiles, explicando las ventajas de ello, pero era sólo para deshacerse de la carga fiscal y de conflictos que ya traía la empresa por demandas y quejas por parte de vendedores y clientes, comenta José Preciado.
Ese año, --indicó Preciado-- despidió a un alto ejecutivo de Vidafel, al doctor Héctor Sáenz Palma, pero éste lo demandó y en esta ocasión el señor Chávez si pagó hasta los bonos de lealtad, pero sólo a él.
Después, volvió a la carga y pidió a los vendedores que se constituyeran en sociedades anónimas, que él pagaría los trámites ante la SER, pero las cosas no funcionaron, sólo les dio atole con el dedo.
NI CON GOBERNACIÓN
José Preciado hizo su primera venta el primero de julio de 1986 y la última el 12 de agosto de 1996, hoy después de insistir, solicitar y exigir el pago, nada ha logrado, a pesar de que se ha intentado incluso negociar con intermediarios, como se hizo con Mario Manzano, entonces delegado de Gobernación en Jalisco, quien se ofreció a conciliar el asunto para no llegar a un enfrentamiento judicial, pero después de reunirse con el jefe del Departamento Jurídico de Vidafel, Víctor Manuel Peña, les dijeron que la empresa no estaba dispuesta a dar la liquidación.
Trataron de contactar a Daniel Chávez para pedirle una explicación, pero resulta que ya no vive en México, sino en Houston, Texas.
En ese inter, se registró el terremoto de 1995 en Puerto Vallarta, y el hotel Vidafel quedó muy dañado, se tuvo que derribar y con el dinero que le pagó el seguro a Chávez Morán, 14 millones de dólares, compró 90 hectáreas en Nuevo Vallarta para construir el Mayan Palace, desarrollo que se hizo con dinero de clientes-usuarios del hotel siniestrado, a quienes les siguieron cobrando cuotas y al parecer no les cumplieron sus contratos originales.
Desde luego, Daniel Chávez no se compadeció de sus vendedores, y no tomó un solo dólar de esos 14 millones, para finiquitar a los empleados.
LAS AMENAZAS
Por el contrario, ha preferido el enfrentamiento judicial, como el que tuvo con un ejecutivo de nombre Manuel Chaidez de Mazatlán; o como las presuntas amenazas de muerte –según el testimonio de José Preciado—que le hizo a otro exejecutivo, a quien le dijo que le podía pasar lo mismo que a su padre; o los roces que también llegaron a las amenazas que tuvo con clientes de Chihuahua que le reclamaron los malos servicios y falsedades en los contratos de venta de tiempos compartidos.
La amenaza más grave fue la que presuntamente le hicieron a uno de los demandantes, a José Contreras Morales, vía el Director de Ventas, Humberto Bazán, en las oficinas de Guadalajara, en donde le dijo que “él contaba con personas que liquidarían a quien según él tiene en la lista de los que le estorban a él y a la empresa y por consiguiente al ingeniero Daniel Chávez Morán”.
Esto puede ser muy creíble, luego de que uno de los abogados que lleva el caso de José Preciado dejó el asunto, tras ser visitado por supuestos agentes de la Secretaría de Gobernación y ser amenazado para que no siguiera en el juicio.
Y es que Daniel Chávez se hizo muy amigo de Ernesto Zedillo en el momento en que era presidente de la República, a quien le estalló el caso de una suite en el desarrollo Villa Golf Diamante en Acapulco, que era administrado por Vidafel, según denuncia que hizo en ese entonces el panista Diego Fernández de Ceballos.
También tuvo un compadrazgo con el gobernador de Guerrero, Francisco Ruiz Massieu, quien fue asesinado, y con quien se habría asociado –según notas de prensa—para adquirir 80 hectáreas en Acapulco para levantar el Mayan Palace Acapulco Diamante.
Hoy, su fama de “intocable” e influyente pesa en el sector empresarial y turístico de México, pues no sólo no paga a quienes les debe, sino que se da el lujo de agredir el medio ambiente como en Nuevo Vallarta y de seguir su expansión a costa de lo que sea, incluso corrompiendo y pisoteando la ley.