Autoritario y prepotente, Hernández de la Mata, soltó otra perla a los periodistas que lo entrevistaron en Palacio Municipal el pasado lunes seis de enero, al preguntarse la capacidad que habría tenido el agresor –presuntamente otro detenido—para haberlo inhabilitado y que no gritara.
Suena a burla lo dicho por el militar retirado, quien ya tiene tomada la medida a los reporteros que lo cuestionan tibiamente y se conforman con cualquier sandez que de su boca mentirosa sale, ya que de otra manera no se entiende cómo es que lo dejaron ir tan rápido sin haberle exigido que aclarase todas las dudas de tan lamentable suceso que mantiene postrado a un joven –ya ciego él—en una cama del Centro Médico de Occidente del IMSS en Guadalajara, y cuya foto obtuvo VALLARTA UNO.
LOS INCOMPETENTES
Más lamentable todavía, que la jefatura de prensa de la policía municipal se haya visto incapaz, incompetente y no apta para enfrentar crisis como la que ya estalló al interior de la corporación policiaca, ya que al solicitarle una entrevista directa con el mayor Hernández de la Mata, la titular de esa dependencia simplemente contestó que “el mayor no iba a hablar nada de ese tema”.
¡Ah chingá, chingá!, dijeran los chilangos, ¿cómo está eso? ¿No se supone que la jefa de prensa de la policía está para servir precisamente de enlace entre sus superiores y los medios de comunicación? ¿No se supone que debería haber agotado todos los recursos que están a su alcance para recordarle al mayor que trabaja en una dependencia pública y que, por lo tanto, está obligado a dar todas las entrevistas que le soliciten, máxime cuando se trata de un asunto tan delicado como el que nos ocupa?
Si un periodista que trabaja en el gobierno no tiene la capacidad para enfrentar a sus jefes para que salgan a dar la cara cuando el caso lo amerite, entonces no está haciendo su trabajo, está en el lugar y el momento equivocado y no sirve para la encomienda para la que fue contratado.
El hecho de que se haya agredido a un joven en la cárcel preventiva es para que la misma jefatura de prensa haya movido todo a su alcance para organizar una conferencia con los reporteros, o ya cuando menos, emitir un comunicado fijando la postura oficial del gobierno, en este caso, de la comisaría.
Pero no lo hicieron y a la fecha, no lo han hecho.
EL AVESTRUZ
Sin embargo, optaron por esconder la cabeza como el avestruz y de pronto el caso se les salió de control, debido precisamente a esa opacidad, pues el mayor cree erróneamente que todavía está en Chiapas y que dirige una empresa privada, y que a nadie debe rendirle cuentas.
Se equivoca el mayor y su jefa de prensa, ellos están obligados a rendirle cuentas al pueblo de Vallarta, cobran un salario público –en el caso de Rogelio Hernández, 50 mil 571 pesos mensuales, lo que suman 606 mil 728 pesos al año; y en el caso de la responsable del área de prensa, 18 mil 405 pesos mensuales para hacer un total anual de 220 mil 869 pesos—y por lo tanto deben respetar las formas en casos como la entrevista que se les solicitó por las vías institucionales.
Pero como el mayor es autoritario, algo se le pega a sus subordinados, así se trate del más simple reportero, ya que una respuesta como la que dio la jefa de prensa en el sentido de que “el mayor no va a hablar nada del tema”, deja a cualquier periodista con la boca abierta.
Para su mala suerte, mientras la jefa de prensa de la policía se daba un resbalón de aquéllos y afirmaba que el mayor no hablaría sobre el caso del joven que dejaron ciego uno o más individuos, --eso todavía no lo resuelve el Agente del Ministerio Público-- en el palacio municipal el militar se iba de bruces con esas desafortunadas declaraciones que, como señalamos al principio de este escrito, más bien sonaron a una tomada de pelo.
LAS DUDAS
Con su actuar, el mayor y su jefa de prensa enturbiaron aún más este caso, pues todavía no está completamente claro cómo es que el joven Héctor Jonathan Franco fue agredido en forma tan brutal como para haberle sacado los dos ojos y no hayan intervenido los policías municipales que custodiaban las celdas en forma inmediata.
La cosa está más complicada todavía, porque familiares de Jonathan Franco están confundidos, --como lo estamos todos debido a la opacidad del mayor--, y tienen la ligera sospecha de que a Héctor lo habrían agredido otras personas. Tienen dudas si en verdad al agresor fue José Francisco Aguilar, el otro detenido que compartía celda con el ahora invidente.
Todavía más delicado, en un principio los familiares de Jonathan creían que los agresores de su hijo fueron policías municipales y esa duda todavía no se les quita, ya que el joven convalece en Guadalajara y no ha dicho quién en realidad fue o fueron sus agresores.
Llama la atención que la rapidez con que el mayor Rogelio Hernández se apresuró a señalar que las cámaras que hay al interior de la cárcel no apuntan a la celda donde ocurrió la agresión, dizque porque ahí hay un baño.
También se aventuró a decir que el muchacho no gritó y que su agresor tenía quién sabe qué poder para acallar a su víctima, pese a que le habían sacado los dos ojos.
CONTRADICCIONES
Sin embargo, en una nota periodística publicada en el diario Meridiano dos días después de los hechos, el 25 o 26 de diciembre si no más recordamos, se consigna que a las 10:00 horas de ese día se suscitó una riña al interior de una de las celdas de la Comisaría de Policía Preventiva y Vialidad entre dos individuos, y que uno de ellos resultó lesionado.
Continúa la nota:
“Los agentes se dieron cuenta por los gritos de dolor que emitía uno de los detenidos, por lo que al correr al ver lo que sucedía, se espantaron al ver aquel hombre que lloraba lagrimas con sangre, ya que tenía los dos ojos de fuera”.
Aquí desde luego hay una serie de contradicciones que dejan mal parado al mayor y a su protectora jefa de prensa, ya que las versiones que tomaron los reporteros de la fuente policiaca indican claramente que el muchacho sí gritó por la artera agresión y no como dice el Mayor, que no había emitido sonido gutural alguno.
Tome usted unos segundos y piense… Si a usted o a alguien que esté cerca de usted le sacan los ojos, es claro que va a gritar y mucho. Nadie puede creer las sandeces que dijo Hernández de la Mata, nadie en su sano juicio.
LAS CONSECUENCIAS
Lo grave es que lo dijo y ahora enfrenta un serio problema, pues no le ha explicado a nadie cómo es que Héctor Jonathan Franco recibió ayuda de los custodios 30 minutos después de que le sacaron los ojos, es decir, lo dejaron en esas condiciones, desangrándose de la región ocular por larguísimos 30 minutos y después lo trasladaron al hospital Regional y de ahí lo enviaron a Guadalajara por lo delicado de sus lesiones.
Pero como ser autoritario y violar la ley son las dos máximas del mayor, le importa un comino la opinión pública de Vallarta y para mofarse de los reporteros, ni siquiera dio los nombres de los dos custodios que según él, están bajo resguardo de la Fiscalía Regional de Justicia por esta gravísima omisión.
Si hubiera justicia, el Mayor Rogelio Hernández debería estar siendo sujeto de una rigurosa investigación y separado de su cargo mientras se averigua por qué en una celda de la cárcel preventiva casi matan a un joven y le desgracian la existencia por el resto de sus días al dejarlo ciego.
¿Quién va a reparar el daño?, ¿dónde está la Comisión de Honor y Justicia de la Policía?, ¿dónde los de Asuntos Internos?; ¿en dónde está la amonestación contra los custodios? ¿Por qué no se han deslindado responsabilidades internamente para despejar dudas sobre si fue un loco el agresor o participaron policías municipales?
Son muchas preguntas sin responder y como siempre, se pisotean leyes y reglamentos, como el que recién se aprobó denominado Reglamento de la Policía Preventiva y Vialidad para el Municipio de Puerto Vallarta, que en su artículo 12 fracción XV señala que es obligación de la policía “Velar por la preservación de la vida, integridad física y los bienes de las personas detenidas, que se encuentren bajo su custodia”.
Empero, fallaron otra vez y se espera que el presidente municipal tome el toro por los cuernos y despida a este mayor, que no entiende nada de la función pública y que pareciera que vino a esta ciudad sólo a burlarse de los vallartenses.
En su caso, cualquier jefe de prensa ya le habría renunciado, pero algunos sopesan más el interés económico de unos cuantos pesos que por luchar por su dignidad de tener un trabajo donde se respeten todas aquéllas situaciones que tengan que ver con informar a la opinión pública.
Por ahora, la bola está del lado de la Fiscalía Regional de Justicia, donde se espera un trabajo profesional, apegado a derecho, para sancionar a quienes por omisión o comisión, permitieron este oprobioso hecho que dejará en la oscuridad una vida que apenas iba retoñando, la de un jovencito de 25 años, que con todos sus defectos, también es parte de la sociedad en la que vivimos todos.
Los vallartenses ni la sociedad misma debemos permitir más hechos como éstos sin que haya un castigo ejemplar y una indemnización justa y necesaria –porque la reparación del daño es difícil cuando se pierde un sentido, en este caso el de la vista— para Héctor Jonathan Franco.