Dos razones nos impulsaron agarrar “el callejón” rumbo a los puntos perdidos del norte de Nayarit. A Tecuala, directo a Pajaritos. El primero, muy personal. Era urgente ir a sacar los diez centímetros de un pegajoso lodo que dejó la inundación de la casa familiar y en las viviendas de los familiares.
Hacer labores de limpieza en una finca de rancho, dentro de casa o en el corral, es cosa fácil si se trata de pedirle el favor a cualquier vecino. Y vaya que los Torres Quintero, los Toledo, los Huerta, los Hernández, los Mancillas, son los mejores vecinos. Motivo dos: Supimos por amigos y familiares la declaración de olvido y abandono del gobierno en esos momentos de apremio. El viernes hubo acceso libre a Pajaritos y apuramos el plan de viaje.
Es un extraño sentimiento ver en carretera autos y camionetas de todos tamaños y potencia, transportando víveres. Uno en especial: “el pueblo de Mecatán está con Tecuala”. De ese pueblo enclavado en lo más alto de la sierra de San Blas salió un pequeño auto con donativos de sus habitantes y una cartulina atrás llevando aliento a los paisanos.
En carretera era fácil identificar apoyos de gobierno y apoyos particulares. Da alegría atestiguar el solidario apoyo de amigos, familiares y paisanos, que dedicaron su valioso tiempo, dinero también, para recaudar algo de ayuda y transportar en sus vehículos por carreteras y caminos semidestrozados y entregar en manos de las familias la aportación.
Parece curioso. La mañana del sábado nos comentaron: “el gobierno está quitando despensas”. Nadie daba nombres pero que “alguien” exigía las despensas para entregarlas él. Hubo quienes aceptaron tal voluntad y esas despensas iban a una bodega. El donador entonces se dedicada a labores de limpieza de la casas de su familia. Al fin y al cabo esa era otra valiosa razón de regresar a casa.
Citamos lo anterior a propósito de una información que nos compartieron: “arrestan a regidor en Tecuala acusado de acaparar víveres para damnificados”. No nos consta ni supimos de ningún comentario respecto al hijo de Victorino Burgara, de apodo “el pinocho”. Este singular personaje, nativo de Milpas Viejas, se granjeó suficientes votos y es regidor por el PRI en una demarcación de aglutina pueblos de la margen sur del río Acaponeta. Además, nosotros nos fuimos a los caseríos a orillas del río de Las Cañas, la frontera natural de Nayarit con Sinaloa. Sin teléfonos ni carreteras no hay comunicación.
Nos comentaron de un supuesto aumento, que el kilo de huevo solo se conseguía a un precio mayor a los 100 pesos, que el medio kilo a 75 pesos, que la carne se vendía a precios que “solo los ricos pueden comprar”. Ignoramos si sea cierto ese rumor. Los que nos consta es que nuestro amigo Pepe Rosales, apenas pudo y abrió el gas de la cocina de su birriería y puso el ejemplo del ciudadano modelo dando ayuda a los más necesitados. De esos, hubo muchos ejemplos. Imposible citar a todos.
Bien, en un breve alto en el puente a desnivel del cruce de la autopista a Mazatlán y carretera Acaponeta-Tecuala observamos las huellas de la furia desatada por la naturaleza. Uno tráiler perdido entre arbustos de las parcelas daba cuenta del poder de la creciente. De las viviendas de Los Sandovales poco quedó. Aquel galerón para el empaque de mangos fue la única obra del hombre capaz de resistir y verse desde el aire en la inundación. El agua dejó una capa de un metro de lodo y hacía casi imposible incursionar en las calles. En Agua Verde, origen del video de un angustioso rescate de una familia, la escena fue igual.
La mañana del sábado en Tecuala, sus calles y sus habitantes daban muestras de estar en plena recuperación. En los alrededores del mercado había bullicio pero no comparado a ningún otro día previo a la última semana. Las autoridades enfocaron sus esfuerzos en la cabecera municipal y prácticamente borraron huellas de la tragedia. Luz y agua, otros servicios públicos, se normalizaron.
Todo bien rumbo a la carretera a la Playa El Novillero. La granja de “el ñaño” daba optimismo. No se apreciaban a simple vista daños mayores. Nos habían avisado tener cuidado por la carretera a Pajarito poco después del crucero a Huajuquilla. En efecto, los habitantes de esa comunidad abrieron en tres puntos distintos el pavimento para dejar escapar el agua que ahogaba a ellos y sus viviendas. En ese punto, había agua por los dos lados de una carretera prodigiosa, sorprendentemente bien hecha pues logró resistir los embates de la creciente. Los antiguos usuarios de esa vía ya se habían acostumbrado a sus “trozadas” en las grandes tormentas.
Jamás escapa a nuestra vista la primera casa al ingreso a Pajaritos. Ahí vive quizá uno de los mejores beisbolistas que ha dado Nayarit. Al grito caminó a responder el saludo personal. Sus pesados pasos exhiben las lesiones de la vida y el deporte. Machete en mano intenta limpiar el patio de ramajes tirados por Willa. En la esquina de la parcela del abuelo “Papá Pascual” pudo construir con esfuerzos de 30 años su casita. Poco le dejó la creciente. “Se me perdió todo, güero”, nos dijo. Sus ojos permitían ver la tristeza de un hombre agobiado por la salvaje naturaleza, pero con fuerzas para luchar y reconstruir lo suyo. Jamás le vi esos gestos, nunca habló con ese tono. Con el primo Avelino, Oscar “el chimano” y/o “el chocas”, Ramón “el gallo” y/o “el brilloso” eran los juegos desde antes del amanecer hasta el anochecer en esa parcela, en las orillas de la cañada.
A los ranchos de lado sur del río de las Cañas el agua les llegó por el norte. “Nadie nos avisó de la creciente”, platicó Goyo “la barbusa” Hernández mientras ayudaba a sacar lodo con la pala. Otros viejos amigos nos habrían de confirmar lo mismo. Las casas de la salida a una terracería ya sin piedra a El Aguaje fueron las más dañadas. El gobierno avisó y desalojó a los habitantes de Cuautla, Novillero, San Cayetano, El Roblito, Las Arenitas, e incluyó de último momento a Pajaritos, pero en ningún momento advirtió de la amenaza de una gran inundación.
En Tecuala, los albergues habilitados resultaron insuficientes. Casi todos se inundaron y la comida fue escasa. Nuestra escuela, “la prepa 4”, ofreció sus tres pisos. Al edificio del gobierno municipal llevaron a decenas de familias.
Entonces, sin aviso preventivo, la tarde y noche del martes negro transcurrió en penumbras y al cabo de las seis horas de viento, según los amigos de El Cantón, el miedo se apoderó de quienes quedaron atrapados en los caseríos a orillas de las marismas. No pudimos contactar a los amigos de Los Murillos ni de Los Laureles, comunidades de pescadores del sur del municipio. El fin de semana muchos preguntaban por sus familiares. Hasta el domingo era casi imposible ingresar a Las Arenitas. No se puede por la terracería que atraviesa Pajaritos y los campos pesqueros. El Cantón nos detalló el viejo Hilario Contreras de la osadía de los amigos pescadores de Palmillas, Escuinapa. Llegaron en pangas a rescatar y dar apoyo en plena inundación.
En las rancherías de Tecuala ya se respira ciertos aires de tranquilidad. Si no es que en cada casa sus moradores trabajan en su limpieza, en reconstruir cercas y bardas, sacar ramajes desprendidos de los árboles creerá que el lodazal de los corrales fue producto de alguna lluvia. Pajaritos es tal vez un ejemplo cuyos hijos regresaron a llevar apoyo a sus familias. Nos asombró saludar el domingo por la tarde a Samuel Gómez Escobar. De Los Ángeles agarró el callejón, se cansó en Hermosillo de manejar, dejó por ahí su camioneta, agarró un autobús y llegó a su casa. “El Samuelillo sí que es una inspiración.
La reconstrucción va a requerir de tiempo, de mucho tiempo. El primo Cheque perdió cuatro o cinco chivos, dos o más vacas, allá por el Caimán Bravo. Un becerro le dio carne para comer una semana. Pero el hijo del “Martín el maistro” del ejido El Tejón de Acaponeta, vivió a la creciente y está más fuerte que nunca.
REVOLCADERO
Tragedias como las del norte de Nayarit causan desganos por abordar asuntos de la política local o regional. Pero las inundaciones en Tecuala, en Ruiz, en Acaponeta, en las rancherías de pescadores de Rosamorada, van a exponer a la clase política, a alcaldes y exalcaldes por la responsabilidad de cada quien en la calamidad por venir. No hay forma de entender, creemos que tampoco habrá explicación razonable de por qué Tecuala, la cabecera municipal, se inundó y pueblos como Quimichis, no. En principio, la explicación tiene que ver con obras preventivas en las orillas de todo este último poblado. No son obras millonarias pues solamente se reforzó “el lomillo” y eso pudo contener el agua y mantener el pueblo de unos cinco mil habitantes a salvo de la inundación. Conste, Quimichis está justo en la desembocadura del río Acaponeta, el punto más bajo del valle y la lógica dice que pudo ser de los más afectados. En Quimichis es donde hay más amigos personales, amigos de Escuela Técnica Secundaria 14, la ex ETA 528 hasta la década de los 80. Cuando hubo recursos para obras de protección en Tecuala, San Felipe, Milpas Viejas, el dinero “desapareció” en ese tiempo los muros de contención en las márgenes del río se debilitaron.****** Entre los últimos quince alcaldes de Tecuala hay auténticas fichitas y los paisanos estarán de acuerdo en seleccionar entre los siguientes, a “buenos y malos”: Enrique Sicari, Chalío Bueno, Rafael Elizondo Ortega, Chava Núñez, Rafael Días Mayorquín, Adán Meza Barajas, Manuel Jiménez, Ramón Huerta, Víctor Martin Díaz, Alberto Parra, Rubén “el indio” Benítez y el actual edil, Heriberto “el titiyo” López Rojas. Chalío Bueno, el profe Chava y Rafael Elizondo, éste hecho en la CTM, salieron de Quimichis. Los demás, nacieron en Tecuala, en San Felipe o en Milpas Viejas. Y por lo visto, estos jamás se preocuparon por sus pueblos de origen. Los hechos exponen eso y si se trata de someterlos a juicio, le tocará a los paisanos. A más de uno de esa lista, ya la historia los está juzgando. Y que ni se espante el Adán Meza, notario 29 de Bucerías. Que tampoco se ofusquen los hermanos David “el buzo”, y Fernando Elizondo, parientes de Rafael Elizondo Ortega.***** Ya cuando Ribaiba escribe, “el gremio periodístico está de luto”, obliga hurgar en sus publicaciones electrónicas qué diabluras trae en menos Ricardo Barragán. Y pues Ribaiba trajo este lunes la desagradable noticia del fallecimiento de Juan Grajales, el de la marca “El Grajo”, autor por varios años de los monos publicados en el diario Tribuna de la Bahía. Imposible olvidar su póstumo saludo a finales de mayo. “Viejo pero feliz. Da gusto encontrar viejos grandes amigos”, nos distinguió el profesor. Y en el despido: “Mi amigo porro, que gusto encontrarnos”. El destino nos impidió repetir el saludo al monero “Grajo”. Un caluroso abrazo a su familia.