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Miércoles, 06 Febrero 2019 08:50

Alfaro demuestra su rencor con Vallarta y lleva al suicidio político a Luis Munguía

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Por Jorge Olmos Contreras

Con la borrachera del poder a todo lo que da, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez ya sacó su resentimiento con Puerto Vallarta, y no le importó afectar la imagen del destino turístico al ordenar una embestida contra la plataforma de taxis ejecutivos conocida como Uber y detener varios vehículos mediante tácticas nada ortodoxas, lo cual provocó el enojo de los propietarios de estos coches que se utilizan en el servicio de traslados entre particulares.

Pero como el gobernador sólo ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, se ha dedicado a implementar medidas arbitrarias cuyas consecuencias ya las vimos y padecimos la mañana del miércoles con el bloqueo a la avenida principal de Puerto Vallarta por los afectados Uber.

Si en días pasados Enrique Alfaro criticó al presidente Andrés Manuel López Obrador por la ausencia de una estrategia viable en el combate al combustible robado, hoy el gobernador de Jalisco hace exactamente lo mismo que crítica, es decir, se lanza contra una plataforma digital de taxis ejecutivos sin un plan claro e inteligente para evitar daños colaterales a un centro turístico como lo es Puerto Vallarta y cuya imagen es lo más importante que tiene, pues es la que se vende en las campañas promocionales.

GOBERNANDO CON EL HIGADO

A Enrique Alfaro le ganó más el hígado y con ese desprecio que parece sentir por Puerto Vallarta, vino en plan bélico, hizo a un lado al alcalde Arturo Dávalos y acordó –durante un encerrón en el Centro de Convenciones—aplastar a los taxis ejecutivos; que para eso estaba la ley y que ahora sí, en Jalisco, iba a ver orden y respeto, según sus propios efluvios.

Como auténtico troglodita, Alfaro sacó la versión porril que lleva dentro, y lanzó una serie de amenazas contra los dueños de los carros Uber, las cuales ya se cumplieron en un primer plano, al ser detenidos más de 20 automóviles de esta plataforma el pasado martes.

En el fondo, Alfaro lo que pretende con sus acciones estilo Donald Trump (toda proporción guardada por supuesto) es dar dos golpes de timón: Por un lado, tratar de ganarse la confianza de los taxistas amarillos con fines electorales y, por el otro, golpear al presidente municipal, Arturo Dávalos, al aparecer de la mano con el diputado local, Luis Munguía.

LA MIOPÍA POR DELANTE

Pero como las ínfulas del poder marean y vuelven ciegos a muchos, Enrique Alfaro no quiere ver o no ve más allá de lo que un miope puede observar a distancia, toda vez que en su afán por vengarse de Vallarta y los vallartenses (que no le dieron el voto en las pasadas elecciones) está llevando al suicidio político a Luis Ernesto Munguía González, que ninguna culpa tiene de seguir pegado a las mamas del Mochilas… y También de Alfaro.

Si el proyecto político del gobernador es sentar en la silla presidencial de Vallarta a Luis Munguía, pues ya comenzó con el pie izquierdo y, su temperamento (el del gobernador) incontrolable va a dar al traste con la aventura de convertir a Munguía en el próximo alcalde de este sufrido, pero famoso Puerto Vallarta.

Los números comienzan a sumar y no precisamente a favor de Luis Munguía; por el contrario, al aparecer y estar presente en el evento del “gran acuerdo” para reventar los Uber, el diputado local ya se ganó el repudio de cientos, sino es que, de miles, de vallartenses que están sumamente molestos porque no se cuidó la estrategia con el tema de intentar expulsar a los taxis ejecutivos de Vallarta.

Y como es muy probable que el jefe del ejecutivo estatal recule ante la medida tomada para quitar a los Uber –o que no pueda definitivamente sacarlos de Vallarta--, ahora van a ser los más de dos mil taxistas amarillos, junto con sus familias, los que van a renegar del gobernador y de su delfín Luis Munguía.

LAS FACTURAS POLITICAS Y EL CASO SEAPAL

Las facturas políticas, recuerden, tarde que temprano se cobran y Luis Munguía va a ser uno de los más perjudicados por la belicosidad de Enrique Alfaro, sobre todo en temas que perjudican a Puerto Vallarta.

Es difícil que el gobernador vaya a cambiar su política con Puerto Vallarta, pues trae todo el empeño de dañar al destino y a sus actuales gobernantes.

Otro ejemplo del repudio que siente Alfaro por Vallarta es el Seapal, organismo de agua potable que centralizó aún más para que sea manejado desde Guadalajara por Jorge Gastón González. No quiso el gobernador que el sistema de agua potable fuera operado por vallartenses, pues sólo puso en la Dirección al ingeniero Javier Rojas para disimular que un “técnico” se haría cargo de la paraestatal.

Y como la higiene política no es lo fuerte de Enrique Alfaro, ni siquiera se esperó a ver qué decide la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el juicio de controversia constitucional donde el Ayuntamiento pide que el organismo de agua sea trasladado a la administración municipal para su operación. Él ya decidió, y antes de que la Corte le dé palo, ordenó que el Seapal fuera absorbido por la secretaría que maneja precisamente Jorge Gastón.

EL TRAMPOLÍN

Pero bueno, aquí lo cierto es que el desprecio de Alfaro por Vallarta se ha convertido en un odio irracional, toda vez que también dejó en manos de sus empresas amigas el manejo de los medios de comunicación que interactúan con Seapal Vallarta. Desde Guadalajara mueven todo; hasta el más mínimo diseño de algún evento del agua tiene que ser aprobado por los “especialistas” de medios en la capital tapatía.

Los vallartenses no son tontos, aquí todos saben que Enrique Alfaro sólo quiere utilizar al Seapal para darle trabajo a los Mochilistas resentidos (Ya están varios incrustados en la nómina), y también como trampolín político para lanzar a Luis Munguía al “estrellato”.

Sin embargo, al paso que va –como echarse encima a las mujeres de Jalisco al desaparecer el Instituto y el caso Uber--, es muy probable que Luis Munguía salte de ese trampolín llamado Seapal Vallarta no precisamente al estrellato, sino directamente a la alberca de inmundicia que se forma en la planta de tratamiento de aguas negras.

Si Luis Munguía fuera inteligente, comenzaría a tomar una distancia sana y prudente con el gobernador, pues los arranques de Alfaro sólo repercuten –y van a seguir repercutiendo-- en este muchacho que sigue temeroso e indeciso en destetarse de la dupla Mochilas-Alfaro.

 

 

 

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