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Domingo, 27 Octubre 2013 22:18

LA TRASCENDENCIA DE MADERO

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Por Gabriel Ibarra Bourjac

INDISCUTIBLEMENTE MADERO ERA UN IDEALISTA Y ASÍ TERMINÓ SU VIDA. SU DILEMA: CONSERVAR EL PODER COMO CAUDILLO Y MILITAR O INSTALAR UN PODER POR ENCIMA DEL PODER. NO ENTENDIÓ LA LÓGICA DEL PODER Y LA MALEDICENCIA LO DESTRUYÓ. 

 

“Qué cosas pasan en la vida, es paradójico que un Madero hace poco más de 100 años iniciara un movimiento revolucionario en contra de la ‘No reelección’ y ahora otro Madero promueve la reelección”, sintetizó el consejero Juan Alcalá la noche del pasado viernes al clausurar la Jornada Reformista que organizó en la Universidad Enrique Díaz de León el Grupo Democrático Xalisco A.C. y la Asociación Política Xalisco Democrático que preside el abogado Pedro Vargas Avalos.

Tuve la oportunidad de participar con la exposición “La trascendencia de Francisco Ignacio Madero”, junto con Saúl Figueroa, ex presidente de la Sociedad de Geografía y Estadística que analizó el pensamiento del padre del liberalismo mexicano, Valentín Gómez Farías y Elías Leaño Mares, vicepresidente del Colegio de Abogados “Luis Manuel Rojas”, quien analizó la acción agraria de los gobiernos de Madero y Huerta.

Más allá de la perspectiva ideológica y origen social de Madero, consideré pertinente analizar la figura del hombre idealista frente al hombre del poder. En Madero, como bien lo resaltó el historiador Enrique Krauze, se dio la derrota en la victoria, ya que triunfó el Madero idealista sobre el Madero del poder.

El Madero que tumbó al dictador Porfirio Díaz, con el apoyo evidente del Gobierno de Estados Unidos y que duró únicamente 15 meses en la Presidencia de la República, fue un fracaso como gobernante. Y es que se trataba de un hombre bueno y hasta iluso, que creía en la prevalencia de los mejores sentimientos del ser humano.

El Madero político le restó importancia y valor a la condición humana, influido por su cosmovisión espiritista, que abrazó cuando vivió y estudio en París, ignoró al ser de las pasiones, de las intrigas, las traiciones, convencido que su lucha contra la dictadura y su ascenso a la Presidencia de México, más que impulsado por el maderismo y sus ejércitos, consideró que todo se lo debía a La Providencia.

El espiritismo si buen fue el motor que lo llevó a convertir en proyecto de vida su “misión de derrocar al dictador”, le nubló la mente y bien le hubiera servido haber leído a Maquiavelo para reflexionar y entender que el mundo real, el del México bronco que despertó, estaba presente una fuerte dosis de maledicencia que nunca falta en la lucha por el poder.

Madero tampoco estuvo a la altura de Los Evangelios que tanto decía admirar y que tanto buscaba emular. El evangelio da dos respuestas en esas misiones que la vida le deparó. Una de San Mateo (10,16): “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues astutos, como las serpientes, e inofensivos como las palomas”.

La otra está en San Marcos (8,34): “Si alguno quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo, lleve a cuestas su cruz y sígame. Y San Mateo sorprende con otro evangelio: “El que no coge su cruz y sigue detrás de mí, no es digno de mí”.

¿FUE MADERO UN ILUMINADO?

Pienso que sí lo fue. Fue el espiritismo la fuerza interior que lo llevaría a encabezar un movimiento de cambio nacional, con su plena y total convicción de que hacerlo, derrocar a Porfirio Díaz, era una misión que La Providencia le mandaba.

MADERO EL IDEALISTA Y MADERO EL HOMBRE DEL PODER

Indiscutiblemente Madero era un idealista y así terminó su vida.

Su dilema: Conservar el poder como caudillo y militar o instalar un poder por encima del poder.

Puso ante sí la Constitución y la ley: Su karma fue liberar a los mexicanos y darles la oportunidad de gobernarse.

UN GRAN MEXICANO

Sumados sus virtudes y defectos, no tengo duda alguna que Madero esté en el pedestal de la Patria, independientemente de sus equivocaciones y que le truncaron su gobierno de cinco años se redujera a 15 meses, cuando no entendió la lógica del poder como hombre bueno, permitiendo que se le levantaran en armas tres generales y luego perdonarlos en vez de fusilarlos, al imponerse su magnanimidad. Allí cavó su tumba, pues uno de ellos fue Félix Díaz, quien formaría parte de la conspiración y que truncaría su proyecto democratizador.

Ese Madero es el trascendente, el otro, el ingenuo, el que pactó con el imperio y las grandes petroleras que financiaron sus luchas, lo dejamos para otro momento, porque Madero como todo ser humano, tiene sus claroscuros… o de lo contrario, el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra.  

Se han cumplido 100 años del asesinato de Francisco Ignacio Madero (22 de febrero de 1913), murió a los 39 años de edad. Y todavía se sigue discutiendo por elecciones libres, sufragio efectivo y curioso que otro Madero, Gustavo, ahora impulse la reelección.

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