Por las Chicas Súper Poderosas
Ella, había llegado de Guadalajara junto con un paquete de personajes “importados” para ocupar los mejores puestos públicos de Vallarta. Fue así como se hizo “encargada” de la oficina de Relaciones Públicas. Tres años después, dio el salto a una regiduría, cuyo cubil ocupa hasta ahorita en el viejo edificio de la calle Independencia 123.
Su nombre: Martha Susana Rodríguez Mejía, una muchachita que, sin ninguna experiencia política fue incrustada en la nómina del Mochilas por recomendaciones de los altos jerarcas del Movimiento Ciudadano en Jalisco –léase Enrique Alfaro, Hugo Luna y Enrique Ibarra Pedroza—y que Ramón Guerrero tuvo que aceptarla de mala gana.
Su paso por la oficina de Relaciones Públicas pasó más con pena que con gloria, siempre la tuvieron bloqueada por instrucciones del propio Mochilas, que, en cuanto pudo, la desconoció. Entonces, ella tuvo que pedir cobijo en la Secretaría General, que en ese entonces era ocupada por el panista anaranjado, Antonio Pinto.
La presencia de Susana Rodríguez en la administración de Ramón Guerrero fue más bien la de una señorita que no trabajaba, pero a la que le pagaban puntual su quincena, como si fuera una directora.
ARMA INFALIBLE
Nunca hizo méritos para destacar, ni trabajó de manera visible como para escalar posiciones; pero ella sabía lo que hacía, pues recurrió a una herramienta infalible –que casi nunca falla—para avanzar en la política y que la consideraran un “buen prospecto” en la próxima planilla de regidores del MC.
El arma que Susana Rodríguez traía bajo la manga era la seducción femenina, pues con esta actitud mujeril –que no es propia de Susana—envolvió al dirigente nacional juvenil del MC, Sergio Gil (un hombre nacido en sábanas de seda, pero inteligente), quien la recomendó con Dante Delgado Ranauro, para que, a su vez, el ex gobernador de Veracruz y fundador del fugaz partido Convergencia, la impulsara con sendas solicitudes a Enrique Alfaro para que “no la fuera a olvidar”.
Y así fue, pese a los berrinches de otros emecistas como Magaly Fregoso, Gustavo Fong Patiño y el propio Mochilas (quien quería meter a fuerzas a su ex secretario particular, Oscar Pérez), fue metida con calzador a la planilla del entonces segundo candidato a la alcaldía por el EM –de hecho, iba en la segunda posición--, Arturo Dávalos Peña, quien simplemente apechugó y la aceptó como su próxima regidora.
Así las cosas, contra viento y marea, Susana Rodríguez se convirtió en una de las mujeres ediles del MC en el actual Ayuntamiento. Pero apenas ocupó su cubil en el mes de octubre del año 2015, comenzó a transformarse, sufrió una metamorfosis –quizá por “generación espontánea”— que nadie podía creer. Sus ínfulas de poder las mostró en cuanto llegó, sin importar pisotear a quien se dejara y sin el menor respeto por el nuevo alcalde, ya no se diga de sus compañeros regidores, a quienes de inmediato los consideró “unos pendejos”, según sus propias palabras.
LA BANDIDA
Ella, la otrora feugista, (anduvo de revoltosa en la FEU), que de una escuela de la Universidad de Guadalajara prefirió dejar de lado su titulación como abogada, para irse a coordinar un grupo de meseras en el bar cantina “Bandidas” de Guadalajara, de pronto se sacó la lotería al convertirse en regidora, ni más ni menos, que del Ayuntamiento de Puerto Vallarta.
Pero como todo político, su pasado la persigue, y ella sufre cada que le recuerdan su trabajo en el bar “Bandidas” –ubicado en la avenida López Mateos número 2375--, toda vez que al interior del antro sucedían muchas cosas que la hoy regidora no ignoraba, como la trata de personas y la presunta relación de los dueños con narcotraficantes.
Una de las chicas que trabajaba en “Bandidas”, y que quizá fue conocida de Susana Rodríguez, declaró un día al periódico La Jornada, el 16 de febrero 2014, que “el atractivo del antro era convertir en bailarinas a las meseras”.
La regidora no puede negar hoy, que no sabía que en su lugar de trabajo, en ese antro, se daba la trata de varones y mujeres traídos de Venezuela, y que las meseras eran libres de irse con cualquier hombre.
Susana Rodríguez ya estaba en Puerto Vallarta, pero en el 2014 el dueño del “Bandidas”, Iván Martínez Macías –a quien la hoy regidora conocía muy bien--, fue asesinado y su hermano “levantado” apenas un año antes. Ambos eran dueños de varios table dance y otros giros negros donde tenían trabajando a mujeres extranjeras y mexicanas, según la misma nota del periódico La Jornada.
LA CIRUJÍA
Nadie se explica, entonces, cómo una muchacha inexperta, sin ninguna carta de presentación, llegó al Cabildo de Puerto Vallarta, y que ahora exhiba deficiencias y errores, como abandonar por casi 15 días la regiduría a fines del año pasado, para practicarse una cirugía de senos y nariz.
En otras palabras, prefirió el camino fácil de la banalidad, lo trivial, el blof, lo estético y lo frívolo, en vez de atender esa representación popular. Se le hizo fácil abandonar las comisiones que le fueron asignadas, para irse con el cirujano.
Pero bueno, todo mundo tiene derecho a superarse, no porque haya sido mesera o edecán se le pueden coartar aspiraciones políticas. De hecho, Susana Rodríguez comenzó con el pie derecho en el Ayuntamiento de Arturo Dávalos, propuso iniciativas atractivas, intervino con inteligencia en algunos temas polémicos –como la supuesta venta de la montaña--, pero en el segundo semestre del 2016, perdió el rumbo, se enfrascó en retóricas tontas; se unió a grupos del sector privado –que ya no representan nada, solo la decadencia—y se alió a políticos del mismo MC que intentan descarrilar el gobierno del actual alcalde.
Bajo este escenario, de pronto apareció una Susana Rodríguez sola, apestada, ignorada por sus compañeros del pleno, y rechazada por la mayoría de los directores, es decir, estaba cosechando lo que había sembrado.
TIRO AL BLANCO
Lejos de reflexionar y enmendar lo mal hecho, se agazapó contra el equipo del alcalde Arturo Dávalos, y prefirió unirse a los que antes la detestaban, es decir, con la gente del Mochilas y su proyecto político que se llama Luis Munguía.
Ya sin importarle las formas –y para demostrar con quién está—el jueves 15 de diciembre llegó acompañada del gris diputado Luis Munguía a la posada del Ayuntamiento. Iba ataviada con un vestido blanco que le permitía enseñar parcialmente el resultado de su operación. Los dos llegaron tarde, por lo que no encontraron donde sentarse en el salón Las Garzas, y así estuvieron durante casi más de media hora, parados, con la vergüenza en el rostro, pero con “la frente en alto”, hasta que un acomedido Gonzalo Guzmán, otro regidor, les ofreció dos sillas.
Susana Rodríguez se ha metido en tantos problemas, que de pronto se le olvida su origen; ignora de dónde viene; que no se merecía esa regiduría, y que su inexperiencia política la lleva a cometer error, tras error, yerro, tras yerro, resbalón, tras resbalón; quizá por eso algunos medios de comunicación la ven como su tiro al blanco favorito.
Por ejemplo, un cartón del caricaturista Roberto Aceves, mejor conocido como Cyrano, fue devastador, al dibujarla como una muñeca Barbie en una caja de aparador, refiriéndose a su operación de pechos y nariz.
Pero ella hace camino torcido al andar, descuida sus flancos, y provoca infiernitos pasajeros que en nada le ayudan.
Y como si se tratara de competir con Teresita Marmolejo –la presidenta de la Canaco Vallarta— para ver quién es más trivial, se da gusto subiendo fotografías en Facebook, donde se exhibe casi siempre en momentos de alcohol y parranda. (Cartón tomado del muro de Facebook de Cyrano Banderas, publicado originalmente en el periódico Meridiano)