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Jueves, 05 Marzo 2015 12:18

Las andanzas del regidor Otoniel Barragán y el descrédito de los medios de comunicación

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Por Jorge Olmos Contreras

Bastó con que el regidor con licencia, Otoniel Barragán Espinoza se ausentara por unas horas de la ciudad (se fue al cerro) para que algunas personas –desgraciadamente mucha de ellas pertenecientes a los medios de comunicación locales— supusieran que le habían dado un “levantón”, que en el argot policiaco se refiere a una acción de privar de la libertad a una persona para ajustarle cuentas y eventualmente ejecutarla.

 

Los reporteros que comenzaron a difundir esta versión en las redes sociales, ni siquiera utilizaron el término “secuestro” como una palabra para especular que alguien había raptado al edil que representa al Partido del Trabajo (PT) en el pleno del Ayuntamiento de Puerto Vallarta, sino que se fueron por lo más fácil, al decir que habían “levantado” a Otoniel Barragán.

Muchos de estos reporteros están cayendo en el ejercicio de un periodismo ruin, alejado totalmente de las reglas básicas del buen periodismo, al propagar noticias falsas de hechos inexistentes que no sólo ponen en riesgo a una persona, sino que provocan la movilización en vano de los cuerpos policiacos.

Al aumentar la presencia de grupos delictivos en Puerto Vallarta, es muy fácil para alguna mente criminal –aprovechando la coyuntura—sacar raja del momento, tomar el teléfono y tratar de extorsionar a la familia de una presunta víctima que los medios de comunicación han dado por hecho que está secuestrado o “levantado”.

LA EXCLUSIVA VIRTUAL

La irresponsabilidad es aún mayor, cuando este tipo de noticias y rumores se propagan en las redes sociales, toda vez que algunos periodistas que se suponen ya tienen una amplia experiencia para evitar caer en falsedades y rumores tendenciosos, con tal de “ganar la exclusiva”, dan como un hecho verdadero y tangible una acción irreal, como la que se manejó la noche de anoche con el rumor de que Otoniel había sido “levantado”.

Luego de la incertidumbre y de que el secretario del Ayuntamiento confirmó que Otoniel se había comunicado con él, y que no le había pasado nada, a estos reporteros sólo les quedó el descrédito y recurrir al vergonzoso acto de escribir “ya apareció Otoniel”, cuando en realidad nuca había desaparecido.

Está bien que los compañeros de Otoniel se hayan preocupado por el edil al constatar que tenía al menos seis horas que no sabían nada de él y que no contestaba su teléfono celular, pero que mal que algunos periodistas hayan generado alarma al difundir el rumor y que otros lo hayan tomado como tal para subirlo a sus cuentas del Facebook.

Estos reporteros ni siquiera esperaron a que la Fiscalía les informara si había algún reporte o se sospechara que en verdad al regidor le había pasado algo. No, ellos juzgaron y dedujeron que Otoniel estaba “levantado”, lo cual generó psicosis entre los demás ediles y cundió el pánico y la incertidumbre en la sala de Cabildo, donde estaban algunos regidores que habían sido convocados a una sesión de Cabildo que al final se suspendió.

LAS ANDANZAS

Otoniel Barragán no es Humberto Gómez Arévalo, definitivamente las circunstancias y el comportamiento es muy distinto. Beto G, como le dicen al edil independiente (que él sí, está en calidad de desaparecido) es o era un tipo combativo, luchaba por sus ideales, defendía a la gente humilde, se enfrentaba al presidente municipal, etc. Pero Otoniel es el lado opuesto, es un edil acomodaticio, lambiscón, mercantilista, muy dúctil y vendible, por lo que no entraría en un contexto de una venganza política.

Su vida es muy licenciosa, le gusta andar en las cantinas y regentear las mismas, es un edil mujeriego –por cierto, Humberto Gómez Arévalo nos pasó el dato de que Otoniel se había ido al D.F. con una mujer, su querida decía, de nombre Guadalupe G. del Pitillal, el pasado 27 de noviembre--, golpeador de mujeres y muy dado a hacer negocios utilizando el membrete de regidor.

Varias veces ha sido sorprendido por policías municipales cometiendo faltas a la moral dentro de su camioneta, casi siempre con muchachitas más jóvenes que el regidor que ya es un adulto mayor.

Allá por la playa de Los Muertos, sobre la calle Francisca Rodríguez (donde ahora está el andador que da al muelle) tiene un enorme local de artesanías en donde emplea a varias mujeres a las que no trata precisamente bien.

Por la calle Constitución (frente a lo que era el súper mercado Gutiérrez Rizo), en el centro, posee una licencia de restaurante bar que no utiliza, pero en cuyo local permite que se hagan carnitas en cazos que colocan a media calle sin importar el derrame de grasa y aceite a la vía pública y de ahí al río Cuale que está a unos metros.

También es dueño de la cantina “Los Socios” en el Coapinole, pero hace valer su posición de regidor para no pagar las licencias de estos tres negocios.

Por si fuera poco, arrastra una enorme deuda con la cervecería Corona y por sus polainas no paga, ya que siempre saca a relucir que es regidor y que a él nadie le puede hacer nada.

Les contamos esto para que vean que Otoniel Barragán tiene problemas que se consideran más bien domésticos, que nadie intentaría “levantarlo” porque es un manso corderito que prefiere estar bien con Dios y con el Diablo, ya ni decir que podría tener algún problema con el alcalde Ramón Guerrero.

EL LADO OSCURO

Sin embargo, tiene un lado oscuro en su pasado reciente que podría generar sospechas en caso de que en realidad tuviera un problema como el que imaginaron los reporteros ayer, y este es su estrecha relación con los hermanos Alcaraz de Ixtapa –fungía como un enlace de relaciones públicas con ellos—que tuvieron problemas muy fuertes con grupos del crimen organizado.

No sólo eso, también ha tenido una cercana relación con la familia López Velasco, con Los Menchos, al grado de que Otoniel anduvo muy preocupado cuando fueron ejecutados Lucas y Miguel López Velasco.

De ahí en más, no hay nada que pueda prender los focos rojos en caso de que Otoniel se ausentara por más de 48 horas de Puerto Vallarta… siempre regresa y todos atinan a decir, que no estaba muerto, andaba de parranda.

 

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