Por Jorge Olmos Contreras
Todos sus amigos dicen que es una buena persona, el mejor amigo que puedas tener, un excelente muchacho, que no se metía en problemas con nadie, un hombre leal, honesto, justo y otras virtudes y bondades que le atribuyen al joven abogado Luis Adrián Rodríguez Juárez, quien desapareció el jueves 04 de febrero en las inmediaciones de la Mega Comercial Mexicana, pero que reapareció, como por arte de magia, cinco días después.
Nadie se explicaba, hasta ahora, cómo es que Adrián se había esfumado de la noche a la mañana, que nadie supiera de su paradero; que a nadie le haya dicho a dónde iba, ni si tenía algún problema en específico. Muchos pensaron que se trataba de un “levantón” más, de esos que suceden con frecuencia en Puerto Vallarta, o de un secuestro por el que pronto alguien pediría un rescate.
El hecho de su repentina desaparición movilizó a cientos de personas, algunos comenzaron a difundir su fotografía en las redes sociales, otros acudieron a las instancias gubernamentales para que se activara la Alerta Amber, y unos más se organizaron para realizar una marcha de protesta por la “inseguridad” que se vive en Vallarta, donde reclamaban su inmediata localización.
Nadie se imaginaba que, en esos momentos, Luis Adrián gozaba de cabal salud –como los muertos de don Juan Tenorio--, que no le había pasado nada, que todo habría sido una treta bien armada para escapar de una eventual denuncia por mal manejo de recursos económicos en la Universidad “Nova Spania”, donde el único que al parecer sabía de un faltante de aproximadamente 280 mil pesos, era un profesor de nombre Salvador, oriundo de Michoacán. (Este es un extracto del artículo que se publica en la edición impresa de VALLARTA UNO número 115, en circulación desde este lunes 14 de marzo, de venta en puestos de periódicos y o con su voceador)