Sentado en un salón de belleza para caballeros en Guadalajara, Luis Munguía se pulía las uñas y se delineaba perfectamente la barba para seguir por su teléfono celular las noticias, cada vez más alarmantes, de la situación que permeaba en la costa sur y norte del estado, donde la afectación por las intensas lluvias fue mayor a lo que en un principio se reportaba.
Bien lustrados sus zapatos y con el pantalón y camisa cuidadosamente planchados, casi al extremo de la disciplina militar, Luis Munguía supo de primera mano que, en Puerto Vallarta, (la ciudad que lo vio nacer) también había daños y que el río Cuale se había desbordado en un par de ocasiones, pero el señorito no se inmutó, continuó en la estética masculina haciendo arreglos a su peinado y exigiendo que hidrataran debidamente su rostro.
Nunca le pasó por su mente la imperiosa necesidad de trasladarse a Puerto Vallarta para ayudar a las personas necesitadas, mucho menos quiso ir a las comunidades de Tomatlán y Cabo Corrientes para ver qué se ofrecía, pues el señor solo se acuerda de esos pueblos cuando requiere votos.
EL SEÑORITO
En Puerto Vallarta, varios funcionarios municipales tomaron pico, pala y cubetas para ayudar a la gente a limpiar sus viviendas que estaban saturadas de lodo y agua sucia; pero pedirle a Luis Munguía que tomara una de estas herramientas y se pusiera a trabajar, sería como pedirle que renuncie a las bebidas alcohólicas y a las fiestas after.
Jamás se vio a Luis Munguía al lado del pueblo, su pueblo, en los momentos críticos de la contingencia ambiental. Él prefirió ver los toros desde la barrera, sentado en su área de confort, en un cubil del Congreso del Estado o comiendo en uno de los restaurantes más caros de la Perla Tapatía.
Manchar con agua y lodo del río Cuale una de sus carísimas camisas vaqueras, o sus zapatos de marca, sería una tremenda afrenta para el diputado, por lo que mejor se esperó a que pasara la tormenta y ahí sí, bien vestido y bañadito, tomó la carretera a Puerto Vallarta “para ayudar a los pobres vallartenses”.
EL SOMBRERO
En este escenario, Luis Munguía subió a la tribuna del Congreso del Estado para dizque anunciar la solicitud al Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) a fin de que el gobierno federal proceda a declarar zona de desastre la costa de Jalisco y se pueda acceder a los recursos públicos que hay en esta bolsa.
Sin embargo, la solicitud ya la había planteado el presidente municipal de Cabo Corrientes (CC), Prisciliano Ramírez –quien, por cierto, se ganó el reconocimiento de su pueblo por estar en todo momento con ellos y atender las primeras necesidades—y en Puerto Vallarta el alcalde Arturo Dávalos ya había establecido la comunicación pertinente con sus homólogos de Tomatlán y CC con el mismo objetivo.
No obstante, Luis Munguía quiso aparecer como el político preocupado que no es, y trató de adelantar algo que ya estaba solicitado en el gobierno federal, y que es precisamente la solicitud de declaratoria de zona de desastre la costa jalisciense.
En este sentido, escribir la palabra miserable sería un calificativo corto para colgárselo a Luis Munguía, pues no se entiende cómo un diputado que tiene sus raíces en Puerto Vallarta y que conoce a la perfección todas las comunidades de Cabo Corrientes, Tomatlán y La Huerta, no haya tenido ni el tiempo, ni la voluntad, ni las ganas para estar con el pueblo en los momentos críticos de la contingencia ambiental.
LO MISMO, PERO MÁS BARATO
Es lamentable decirlo, pero Luis Munguía se está convirtiendo en algo así como una copia barata del Mochilas –ya saben, es la política del doctor Simi… lo mismo, pero más barato--, al alejarse del pueblo, al darle la espalda a sus conciudadanos y al preferir lo banal, lo material, lo trivial (como cuidar su aspecto físico, su cara, sus camisas y sus zapatos) por lo realmente importante, que es ayudar a la gente cuando más lo necesita.
Venir a Puerto Vallarta cinco días después de que nos azotaron los vientos y lluvias de Narda solo para alzarse el cuello y anunciar que él si quiere a la gente y que por eso pidió la declaratoria de zona de desastre la región, dibuja a la perfección al Luis Munguía pueril, inmaduro, al político ambicioso y oportunista que pretende vender espejitos a los vallartenses para convencerlos de que él podría ser su próximo alcalde.
Desafortunadamente, Luis Munguía se estanca cada vez más en su mediocridad política… no le bastó con ser exhibido como un diputado que se queda ahogado de borracho y vomitado en taxis; tampoco que le recuerden que es un golpeador de niñas adolescentes ni mucho menos que utiliza una horda de jovencitos –que tiene incrustados en puestos públicos del Estado, como el TEC, la Unirse o el Seapal—para hacer uso de recursos públicos enfocados a su fallido proyecto.
No, ahora regresa para exhibirse como un diputado que desprecia a Puerto Vallarta y a los pueblos de la costa, casi, casi como siguiera la misma directriz del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, que ni se preocupa ni se inmuta por lo que les sucede a los ciudadanos que perdieron todo, como los campesinos o la gente humilde de Chimo, Yelapa, José María Morelos, El Rebalse etc.
De políticos bien vestidos que usan ropa de marca costosa, que comen en los mejores restaurantes y que no se atreven siquiera ensuciarse las manos para ayudar a las personas necesitadas, estamos hartos.
¿O usted qué opina estimado lector?