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Martes, 19 Mayo 2020 23:00

Estudiante y buen hijo, adolescente que murió junto con su papá esta mañana; consternación y tristeza en el colegio de Ricardo

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Por Jorge Olmos Contreras

Las ideas no fluyen, pasa mucho tiempo para que vuelvan a tu mente para poder escribir algo tan terrible como lo que sucedió la madrugada de este miércoles en una vivienda de la calle Salvador Díaz Mirón en la colonia Magisterio, donde dos o más sujetos se introdujeron con el presunto objetivo de robar y de paso asesinaron al padre de familia y a un adolescente de apenas 14 años.

La consternación y el coraje es mucho, no se puede asimilar una noticia de este tipo, sobre todo porque Ricardo, el jovencito muerto era un alumno ejemplar, buen hijo, buen muchacho; vivía con su papá y su mamá, no le hacía mal a nadie, pero los delincuentes y la inseguridad pública terminaron con sus sueños.

Ricardo tenía toda una vida por delante, y es triste saber que ahora solo pasará a formar parte de las estadísticas de un problema social que nos aqueja a todos y que nos tiene hartos, la ausencia de una seguridad pública eficaz, constante, fuerte y decidida que nos ofrezca esa tranquilidad que anhelamos todos, pero que no la tenemos.

En el colegio donde Ricardo estudiaba todo es tristeza y desolación, nadie escapa al profundo sentimiento de sentir la pérdida de un alumno que llegó a la escuela desde el cuarto grado de primaria y que de ahí se ganó el cariño de todos sus compañeros y maestros hasta llegar a tercero de secundaria.

LA GRADUACIÓN QUE NO LLEGÓ

La graduación de secundaria de la generación de Ricardo se había aplazado por el problema de la crisis sanitaria del coronavirus –otro tema que nos tiene hartos--, pero ya todos estaban preparados para graduarse y buscar ingresar al bachillerato.

Como siempre, la mayoría de los adolescentes en esta etapa de su vida quieren seguir estudiando en la misma escuela, no hay cosa más deseable que seguir siendo compañeros en la preparatoria. Algunos seguirán juntos, otros migrarán a otras ciudades, a otras escuelas; pero Ricardo no, a él le fue arrebatada la vida, fue víctima de la maldad que está enraizada en algunas personas que sin el menor escrúpulo matan a mansalva, como si fueran asesinos seriales, sin importarles el dolor que dejan en las familias y en la sociedad toda.

Y uno se pregunta una y otra vez… ¿Y dónde estaban los encargados de brindar seguridad en el momento que los malditos asesinos llegaron de madrugada a la casa de Ricardo para supuestamente robar y matarlos?

¿No hay acaso un comandante que se hace cargo de un sector en especial en donde está la casa de Ricardo? ¿No había una patrulla haciendo sus rondines a las 5:00 de la mañana (hora en que habrían sucedido los hechos) en la colonia Magisterio o la colonia Villas Real? ¿Y si estaban haciendo rondines, no vieron algo sospechoso, a sujetos deambular por la zona, ya sea a pie o en algún vehículo?

PREGUNTAS SIN RESPONDER

Son muchas preguntas sin responder, pero ya es hora de que se tomen decisiones firmes para que desde los gobiernos municipal, estatal y federal se modifiquen las estrategias de seguridad pública y se deshagan de aquellos elementos que no sirven para este delicado encargo.

No es posible que no se haya detenido a los chacales que perpetraron este doloso crimen, si la mamá de Ricardo, gravemente herida como estaba, alcanzó a llamar al 911 para avisar que se habían metido a su casa y que los habían atacado.

Y es que no se alertó de inmediato ni a policías investigadores, ni a la Guardia Nacional, ni a los estatales que están de base en Puerto Vallarta, por lo que los criminales tuvieron mucho tiempo para huir.

En este contexto, hay un dato que no debe perderse de vista para que la Fiscalía actúe rápidamente, y este es que en la casa de Ricardo había cámaras de seguridad –quizá conectada a la nube de Internet—y ahí se pueden rastrear los movimientos de los presuntos ladrones y hoy asesinos; seguramente podrán ver sus rostros y saber quién o quiénes cometieron este atroz crimen.

LAS CÁMARAS DE SEGURIDAD

Los delincuentes se llevaron las cámaras de seguridad, pero este tipo de dispositivos por lo regular graban hasta 20 días y se reinician, por lo que los videos pueden ser vistos a través del disco duro del aparato central o en la nube de Internet a través de una APP.

Mientras y conforme avanza la noticia, la sociedad vallartense se muestra consternada, los comentarios en las redes sociales son de verdadero linchamiento contra los responsables de brindarnos seguridad.

En el colegio la consternación es mayor, los padres de familia lloran la pérdida de Ricardo y de su papá, mientras su mamá fue movida del hospital Regional a uno privado, por órdenes de un gerente de conocido hotel donde trabajaba el señor Felipe Peña, padre del alumno que ya no está con nosotros.

Que no se nos olvide que el problema de la inseguridad pública es la corrupción, no podemos culpar ni al presidente de la República, ni al alcalde de Puerto Vallarta, porque la corrupción es más grande que ellos, es más grande que todos nosotros y esto es porque como sociedad la hemos permitido, solapado y tolerado por muchos, muchos años.

La inseguridad nos ha sido heredada por gobiernos que hicieron de la corrupción su modus vivendi, su carta de presentación y hoy es muy difícil, aunque no imposible, extirpar este cáncer que nos corroe a todos.

DESCANSEN EN PAZ

Ricardo ya no estará con nosotros físicamente, pero sí en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, nunca lo olvidaremos. Vamos a orar por él y su papá y pedimos para que su mamá se recupere, aunque de golpes como estos nunca se recupera nadie, solo el tiempo le dará fortaleza a la familia de nuestro buen compañerito.

¡Descansen en paz!

 

 

 

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