Lo anterior viene a colación porque hasta hace poco tiempo, apenas unos meses y con mayor frecuencia años atrás, Luis Carlos Mendiola se quejaba amargamente –junto con su padre Luis Carlos Mendiola Cotina—del monstruo que habían creado al soltarle un programa de noticias al sedicente columnista Rodrigo Aguilera Morales.
Lo mismo decía la ahora regidora Susana Mendoza Carreño, entre ella y Luis Carlos Mendiola Jr. contaban historias atroces del comportamiento de Rodrigo Aguilera en las instalaciones de “La Explosiva”, en el edificio de Plaza Marina, como el hecho de que sorprendieron varias veces al chilango utilizando las cosas personales del papá de Luis Carlos, como perfumes, jabones y desodorantes… y hasta bañándose en el bathroom del señor.
Muchas veces reprendieron a Rodrigo, le gritaron, lo regañaron, pero el hoy columnista del Sol Siempre Libres tenía copia de las llaves de las oficinas de “La Explosiva” (nadie supo cómo las obtuvo) y se metía por las noches a la estación para usarla como habitación, pues muchas veces se quedó a dormir y se salía muy temprano para que no lo descubrieran.
DAÑOS EN LAS COSAS
En cierta ocasión, Susana Carreño casi se desmaya al descubrir que “manos extrañas” habían maltratado un costoso equipo de radio que la hoy regidora trajo de Sonora. Le echaron líquido de refresco a los aparatos. De inmediato sospechó de Rodrigo Aguilera, con quien ya tenía diferencias por su manera de hacer periodismo y por sus constantes extorsiones a políticos de Vallarta y Bahía de Banderas.
A Susana Carreño le costó mucho dinero arreglar las consolas de audio que presuntamente Rodrigo dañó, pero nunca puso denuncia. Sin embargo, la relación entre ambos se deterioró, al grado de que ella les dijo a los Mendiola que el muchacho era un peligro para la reputación de la empresa.
Los días de Rodrigo Aguilera en “La Explosiva” estaban contados pues, y quien explotó ante la conducta punitiva del defeño, fue el padre de Mendiola, quien posee un carácter fuerte y para pronto puso de patitas en la calle al periodista que vino del Distrito Federal sólo para robar a los vallartenses.
Rodrigo Aguilera fue rescatado por Héctor García Colín y Catalina Colín, la dueña del Sol Siempre Libres, y hasta la fecha sigue ahí, incrustado en el edificio de la calle Venecia 288 y ahí permanece, pegado como lapa, pues sabe que ya no tiene oportunidad en ningún otro medio de comunicación.
EL BOMBERO
Sin embargo, por azares del destino y porque en el mundo de los tontos siempre hay uno más tonto, se apareció Luis Carlos Mendiola para darle luz verde a Mauricio Lira, conductor del noticiero matutino de “Noticias el Faro” de “La Explosiva”, para que invitara a “la mesa de los viernes” a Rodrigo Aguilera Morales (donde por cierto, se puede escuchar cada sandez), quien regresó al “seno paterno” (¿o materno?) y se puso a un ladito de Mendiola Lamas –a quien ve como el hermano mayor que nunca tuvo—para volver a tomar los micrófonos de la empresa que una vez traicionó.
Cuando los vimos juntos y “debatiendo” en el mismo noticiero, no lo podíamos creer. Era inadmisible, casi imposible, que Luis Carlos Mendiola se pudiera sentar con Rodrigo Aguilera después de que el chilango de marras denunció laboralmente a “La Explosiva”, pero sobre todo, después de que este delincuente escribiera todos los días libelos y montones de basura en su vulgar y corriente columna que tiene en El Sol Siempre Libres.
A Luis Carlos Mendiola Jr. --y por lo visto también a su padre, que demuestran así que no tienen la más mínima dignidad—pronto se le olvidó que Rodrigo Aguilera se burló, se rio, se mofó, hizo escarnio y casi casi se convulsiona de felicidad al saber que la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) le había retirado la concesión de radio a los Mendiola, lo que significó un duro golpe para los intereses económicos de la empresa, que ya tenía asegurados varios contratos importantes de publicidad, donde destacaban por supuesto, los gubernamentales.
Los Mendiola de plano tuvieron que recurrir a lo más bajo del periodismo para poder sostener los contratos de publicidad con el gobierno, ya fuera el Seapal, el Ayuntamiento o el gobierno del Estado, toda vez que siguieron elaborando el periódico “El Faro” sólo en línea y con una serie de notas plagiadas de revistas como Proceso y diarios nacionales, con tal de permanecer “vigentes” aunque sólo fuera por Internet.
LAS BURLAS
En el trance que sufrieron y mientras entraron en una disputa jurídica para recuperar aunque sea la señal de “La Explosiva 590”, los Mendiola tuvieron que soportar toda clase de burlas de parte de Rodrigo Aguilera, quien siempre se refería a la estación de radio como “Radio Tortas”, llevando al terreno de lo personal el asunto.
Por eso, sorprende que ahora Luis Carlos Mendiola Jr. Se exhiba con esa bajeza de valores y acepte en su primer circulo al también llamado ladrón de Liverpool (por el robo que cometió en la tienda departamental del mismo nombre y cuya secuencia de fotos pueden ser vistas en www.vallartauno.com), lo que de hecho lo pone al mismo nivel de Rodrigo.
Y es que de plano, Luis Carlos Mendiola Llamas no tiene vergüenza y al no tener pena, ni principios, ni valores, se convierte en un pelele al que le pueden pegar por donde sea y volverá al chiquero para que sigan haciendo de él escarnio público, como dice el dicho popular, el que es puerco, aunque le quemen el hocico.
Al paso que va, se va a convertir en la imagen y semejanza de su padre, un señor amargado que se creyó el Emilio Azcárraga de Puerto Vallarta y que se ha atrevido a gritarle y a correr de la cabina a políticos de todos los colores, como le sucedió hace poco al candidato del MC a la alcaldía, Arturo Dávalos, a quien ofendió y no quiso que lo entrevistaran en la radio por supuestas deudas que tiene el Mochilas con el señor Mendiola.
Luis Carlos Mendiola Jr., duerme con el enemigo, cohabita con él y casi, casi, lo ama como si fuera su hijo putativo. Nada más falta que esté enamorado de Rodrigo Aguilera Morales, porque si ese fuera el caso, entonces sí nos hacemos a un lado para que le ponga su respectivo departamento en La Condesa.