Por Jorge Olmos Contreras
Jorge Guzmán Rodríguez, y o Jorge Rodríguez Méndez, y o Jorge Guzmán Manguito, quien se auto nombraba el R-1 al servicio del Cártel de Sinaloa, fue asesinado a balazos al estilo ejecución o ajuste de cuentas, en Cortázar, Guanajuato hace más de tres semanas. Era un personaje muy conocido en Puerto Vallarta, sobre todo en círculos políticos y de delincuencia organizada, ya que era muy dado a subir fotos a su muro de Facebook, lo mismo posando en eventos de la asociación “Unidad Revolucionaria” del PRI, que, con armas cortas y largas, pues presumía ser un sicario.
En las páginas de VALLARTA UNO denunciamos que esta persona, junto con su padre, de nombre Pablo Rodríguez Méndez, intentaron chantajear al Sistema de los Servicios de Agua Potable, Drenaje y Alcantarillado (Seapal), para que les otorgaran contratos de prestación de servicios –de reparación de bombas hidráulicas--, o de lo contrario exhibirían al director del organismo paraestatal, César Abarca Gutiérrez, como un político que solía juntarse con narcotraficantes.
De hecho, el mismo Jorge Guzmán Manguito, pidió que se publicaran fotografías de él portando armas largas y al mismo tiempo otras gráficas donde estaba invitado en eventos de “Unidad Revolucionaria”, pero el mecanismo de presión no funcionó, y finalmente el Seapal no les otorgó ya más contratos de servicios, aunque antes sí lo hizo con el padre del ahora occiso, Pablo Rodríguez Méndez.
Enfurecidos porque en este medio de comunicación se publicaron sus fotografías y de denunciarlo públicamente de ser un sicario al servicio del Cártel de Sinaloa, tanto Jorge Rodríguez como su padre Pablo Rodríguez, lanzaron amenazas e improperios contra el reportero. Incluso el presunto sicario sinaloense aprovechó un video que TV Azteca Jalisco subió al Facebook, para denostar al periodista y mentarle la madre.
CAMINO A LA PERDICIÓN
Sin embargo, tres meses después fue hallado ejecutado en el municipio de Cortázar, en Guanajuato. Le dispararon desde una motocicleta y falleció al instante. Se desconoce qué hacía en esa entidad de la República Mexicana, pero se sabe que ya tenía más de un mes de haberse mudado a ese lugar, después de residir por un tiempo en Guadalajara.
Entre trascendidos se manejaba que su temeraria actitud de exhibirse en las redes sociales con armas y una gorra con la leyenda R-1 y el letrero del Cártel de Sinaloa, le generó enemigos entre grupos de la delincuencia organizada. Finalmente terminó como otros que no miden las consecuencias y toman el sinuoso camino de la perdición: en el panteón.
La siguiente, es una nota que se publicó en un medio electrónico de Guanajuato:
LA EJECUCIÓN
“Un hombre murió la tarde de este miércoles de un disparo en la cabeza, cuando caminaba sobre la calle Juárez, casi esquina con Nicolás Bravo en la zona centro, y aunque la policía llegó casi de inmediato, los delincuentes huyeron.
El ahora occiso fue identificado como Jorge Rodríguez Méndez, 32 años originario de Guadalajara, y se dijo que tenía un mes en Cortazar, aunque no se precisó su ocupación.
Los hechos se registraron poco antes de las 14:30 horas, y aunque la víctima fue levantada con vida y trasladado de inmediato a una clínica particular cercana, murió debido a los impactos de bala que recibió.
Las autoridades policiacas especularon que, por la manera de terminar con la víctima, se pudo tratar de un ajuste de cuentas, aunque también, por la procedencia del sujeto, no se descartan actividades del crimen organizado.
Sin embargo, se dijo que serán las autoridades judiciales las que podrían esclarecer el homicidio, luego de que se hicieron cargo del caso, que atrajo la atención de la ciudadanía”.
EL PROVEEDOR
En tanto, este es un extracto del texto que manejó VALLARTA UNO sobre el caso de su padre y la relación que tenía con el Seapal:
Pablo Rodríguez Méndez era un proveedor esporádico del Sistema de los Servicios de Agua Potable, Drenaje y Alcantarillado (SEAPAL), se dedicaba a la reparación de bombas industriales e hidráulicas, lo contrataban vía Mauricio de Rivero, el Jefe de Taller, pero de pronto algo salió mal y el organismo operador de agua ya no lo quiso para estas actividades; no lo volvieron a requerir y fue en este momento en que empezaron las hostilidades, al grado de llegar al intento de extorsión contra funcionarios, en caso de suspenderle definitivamente sus servicios.
El señor Rodríguez Méndez se sintió desplazado, y como ya no lo requirieron para que reparara algunas bombas del Seapal, por cuyo servicio cobraba más de 60 mil pesos en cada trabajo, buscó a medios de comunicación para denunciar una supuesta corrupción –que nunca comprobó—de la que él mismo estaría formando parte, ya que afirmaba que por lo menos cinco altos funcionarios del Seapal le cobraban fuertes cantidades en efectivo –hasta el 16 por ciento del convenio-- para poder, primero, contratarlo (darle trabajos) y segundo, para liberar los cheques, es decir, según Pablo Rodríguez, le pedían el famoso “moche”, a veces hasta de 20 mil pesos.
En la lista de supuestos implicados, puso en primer lugar al jefe de Taller del Seapal, Mauricio de Rivero, después a un tal ingeniero Becerra, luego al gerente administrativo, Gilberto Javier Fernández Cuevas; también a Héctor Adalberto Guzmán Vargas, encargado del Departamento de Adquisiciones y Almacén y una mujer de nombre Silvia, de la gerencia administrativa.
Según el señor Rodríguez, todos ellos le pidieron dinero para poder otorgarle servicios de reparación de maquinaria –otro rubro del que era proveedor—, algo así como el 16 por ciento, y posteriormente le exigían hasta 20 mil pesos –en el caso concreto de Mauricio de Rivero— por cada cheque que le lograran liberar y pagar por su trabajo.
LOS SEÑALAMIENTOS
Este señor, después involucró al secretario particular del Director César Abarca, al doctor Miguel Ángel Suárez Ornelas, a quien señaló como la persona que orquestó todo para dejarlo sin trabajo, ya que supuestamente, trajeron a otra persona de Guadalajara para otorgarle los contratos de reparación de maquinaria y bombas industriales; pero el denunciante nunca aportó pruebas ni evidencias de que las cosas así fueran.
Consultado al respecto, el mismo Director del Seapal, César Abarca, prometió una investigación administrativa y de entrada negó estos señalamientos. En corto, comentó que muchos proveedores recurren al chantaje y hasta a las amenazas cuando les dejan de requerir trabajos o cuando ya no los contratan.
Y este fue al parecer precisamente el caso, ya que el señor Rodríguez Méndez amenazó por teléfono a directivos del Seapal por haberle quitado el trabajo de maquinaria y reparación de bombas, les dijo que haría un escándalo en los medios de comunicación y que los exhibiría “por corruptos”.
Sin embargo, el caso dio un giro de 180 grados, cuando los hijos de este proveedor entraron en escena y comenzaron a filtrar fotografías en las que aparece uno de ellos, de nombre Jorge Rodríguez, en eventos políticos del membrete “Unidad Revolucionaria” del PRI al lado de jóvenes supuestamente simpatizantes de este partido político y presuntos seguidores de César Abarca.
NARCOS TRICOLORES
En mensajes de WhatsApp, pedía que exhibieran a César Abarca por “andar con narcos” y que publicaran sus fotografías con armas y después con las camisas de “Unidad Revolucionaria” del PRI, quizá como método de presión u hostigamiento para que le regresaran los contratos de servicios a su padre.
Pero en el Seapal no se amedrentaron ni cedieron a los chantajes, pues sabían que las cosas eran muy distintas.
Lo grave del asunto, es que esta persona (hijo de Pablo Rodríguez) de nombre Jorge y que tiene una cuenta de Facebook identificada con el perfil “Jorge Guzmán Manguito”, ha subido decenas de fotografías en las que aparece con armas largas, pistolas escuadra, pecheras y una gorra con la leyenda “R 1” y otra con el letrero “Cártel de Sinaloa”, como si fuera un sicario al servicio de la corporación criminal de El Chapo Guzmán.
Jorge Guzmán Manguito (que en realidad es Jorge Rodríguez), se atrevió a subir una foto en donde está con un rifle de asalto AK-47, mejor conocido como “cuerno de chivo” y puso un pie de fotografía que dice: “Aquí, en la casa de César Abarca”, cosa que fue totalmente falsa.
El muchacho se dibuja como un sicario –al menos virtual hasta ahorita—al servicio del Cártel de Sinaloa, las armas son reales, la pechera también y tiene varias fotografías acompañado de jóvenes que dice son su “banda” de Culiacán.
También se le ubica en esas fotografías en camionetas de lujo y casas vistosas en algún lugar de Culiacán.