Trump lleva coqueteando con esta amenaza desde hace tiempo, aunque hasta ahora no la ha hecho realidad. El sábado amagó con ello, pero al final se limitó a insinuar que la propia Clinton podría haber engañado a su marido. “La única lealtad de Hillary Clinton es con sus contribuyentes financieros y hacia ella misma. No creo que sea leal ni a Bill. ¿Y por qué debería serlo, amigos, por qué?”, dijo durante un mitin.
Que no haya ido más lejos aún se debe quizás a que, pese a todo, es consciente de que el tiro podría salirle por la culata, como le han advertido desde múltiples lados. No solo llevan los Clinton parapetándose para un ataque así desde hace años; Trump también tiene muy poco de lo que presumir en cuanto a fidelidad marital y trato a las mujeres se refiere: ya va por su tercer matrimonio, mientras que los Clinton, pese a todo, llevan cuatro décadas casados. El magnate republicano lleva además años defendiéndose de acusaciones de supuestos casos de acoso sexual, incluso de una oscura acusación —luego denegada— de violación de su primera esposa, Ivana.
Culpar a la mujer de los errores de su marido, un juego arriesgado
Además, el intento de culpabilizar a una mujer por las infidelidades de su marido —otro clásico machista— puede tener el efecto contrario al buscado entre ese voto femenino al que parece intentar atraer ahora con esta estratagema. Más allá de que quien aspira a la Casa Blanca no es Bill sino Hillary Clinton, y ella no es la que ha tenido, pese a las insinuaciones de Trump, relaciones extramatrimoniales que se conozcan.
A todo ello se une que el equipo del que se rodea Trump está conformado en parte por hombres con varios matrimonios —e infidelidades— a sus espaldas, como el expresidente de la Cámara de Representantes y excandidato presidencial Newt Gingrich, o el antiguo alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. La fuerte influencia en su entorno de ejecutivos denunciados por acoso sexual, como el expresidente de la cadena Fox Roger Ailes, tampoco ayuda a lustrar el currículum del candidato republicano.
Justo antes del primer debate del lunes, Trump amagó con invitar al primer cara a cara con Clinton a Gennifer Flowers, una cabaretera que en 1992, cuando Bill Clinton lanzaba su campaña presidencial, aseguró que mantuvo una relación extramatrimonial con el antiguo gobernador de Arkansas.
Escándalos entrelazados
El mismo año en que Bill Clinton conoció a Flowers, 1977 —dos años después de casarse con Hillary—, Trump contraía matrimonio con su primera esposa, Ivana, una modelo de origen checo con la que tuvo los tres hijos que hoy en día son muy activos en su campaña: Eric, Donald Jr. e Ivanka.
En 1994, Paula Jones, una antigua funcionaria del gobierno en Arkansas, demandó al ya presidente Clinton, al que acusó de haberla acosado sexualmente tres años antes. Ese 1991, Trump protagonizaba el “divorcio del siglo” con Ivana, a causa de la aventura que mantenía con Marla Maples, una aspirante a actriz 17 años más joven que el magnate, que siempre ha gustado rodearse de mujeres jóvenes y guapas (su tercera y actual esposa también es modelo y de origen europeo, como la primera).
El caso Jones sacó a la luz el más dañino políticamente para Clinton: el de Monica Lewinsky, la joven becaria con la que mantuvo unas relaciones sexuales que casi le cuestan la presidencia. El republicano que lideró el fracasado proceso de impeachment de Clinton por el caso Lewinsky en 1998, Newt Gingrich, es hoy uno de los más estrechos aliados de Trump. Según se supo durante su muy público divorcio en 1999 de Marianne, su segunda esposa (a la primera le pidió el divorcio cuando ella se recuperaba de un cáncer en el hospital), años antes de convertirse en una de las voces moralizadoras contra Clinton, Gingrich mantenía una aventura con su hoy tercera esposa, Callista.
1999 fue también sentimentalmente importante para Trump: se divorció de su segunda esposa, Marla, tras un matrimonio de seis años y una hija, Tiffany. Para entonces, el magnate ya había conocido a la que es hoy su tercera esposa, Melania, una modelo 24 años menor que él con la que se casó en 2005. A su boda acudieron invitados los Clinton, a los que ahora amenaza con destapar un pasado tan público como el suyo.