La llegada de Sara María Chávez es bien vista en lo general por el equipo del alcalde, Arturo Dávalos Peña y por gran parte de la prensa vallartense. Sin embargo, poco o nada cambiarán las cosas en esa aparente relación simbiótica entre medios y gobierno, si no se establece un tope a las exigencias de algunos reporteros, que han hecho del chantaje su modus vivendi para pedirle al o a la titular de comunicación social que prácticamente los mantenga, les dé de comer y los lleve en camionetas oficiales a eventos donde comen y beben opíparamente.
Tampoco habrá un cambio de fondo si la nueva Directora de Comunicación Social permite que algunos directores de prensa escrita, o peor aún, de portales digitales que no tienen la menor infraestructura ni trascendencia periodística, la utilicen como salvoconducto para obligar al presidente municipal a que les entregue cantidades de dinero realmente desproporcionadas por el “manejo” de boletines informativos.
Las modificaciones en estas políticas deben notarse en los primeros 15 días de que asuma el cargo Sara María Chávez, de lo contrario seguiremos viendo una prensa mal acostumbrada, berrinchuda, muy poco profesional, irresponsable y comodina, que continuará utilizando el chantaje como herramienta ideal para conseguir sus propósitos.
EL COTO
El presidente municipal y su equipo de asesores deben considerar mejoras en las oficinas de Comunicación Social, para que los funcionarios que ahí trabajan tengan mejores instalaciones, más y mejores herramientas de trabajo y por lo menos un vehículo confiable para que realicen las tareas de campo pertinentes.
No es posible que, por un lado los reporteros que dicen cubrir la fuente del Ayuntamiento tengan una oficina –que utilizan como coto privado--, donde gozan de aire acondicionado (que a veces dejan prendido toda la noche porque ellos no lo pagan, sino que se paga con dinero del pueblo), servicio de Internet, casilleros personales, horno de microondas y una computadora que se auto asignaron (a la que encima le pusieron contra seña para que otros periodistas no las utilicen); y que las instalaciones donde despacha la Directora de Comunicación Social y su equipo, estén en pésimas condiciones.
Durante la administración del Mochilas, algunos de estos reporteros llegaron a exigirle al entonces titular de comunicación, Bernardo Rodríguez, que les diera de comer todos los días. Y si no lo hacía, le ponían tremenda grita y lo tildaban de ojete, mal amigo, mal funcionario, etc.
Al llegar Arturo Dávalos a la presidencia, las cosas no fueron distintas, toda vez que, totalmente confundidos, estos periodistas siguieron en su plan de tomar la oficina de prensa como casa propia, y de exigir prebendas y canonjías. Incluso, hubo una reportera que trató de humillar a la jefa de prensa, al exigirle que le fuera a comprar comida, que para eso ella estaba, para atenderlos.
LOS “BANQUETES”
Hoy, basta con que algún regidor anuncie que tendrá reunión de su comisión en la sala de cabildo, para que el lugar se llene de reporteros ansiosos… pero no por cubrir el evento y elaborar una nota informativa, sino por saber qué comida va a llevar el edil en turno, para hastiarse de una manera vergonzosa. Algunos hasta se llevan las piñas decorativas con que suele adornar sus “banquetes” el regidor Gilberto Lorenzo.
Otros no cuidan las formas y exigen acreditar hasta los novios y amantes para cubrir eventos del sector turístico y empresarial, a los que es invitado el presidente municipal. Todo con el penoso objetivo de comer y beber, como señalamos líneas arriba, opíparamente.
Unos más se acreditan a nombre de todos los portales de noticias donde supuestamente colaboran, con tal de ir a satisfacer sus necesidades culinarias.
Y ya sabrá usted, a veces no tienen la mínima educación, ni respetan el protocolo cuando se trata de eventos donde se exige cierta etiqueta, como cuando se desarrolló el concierto-cena de Filippa Giordano en el patio de la presidencia municipal. Por más que les dijeron que fueran vestidos adecuadamente y que se comportaran porque había invitados especiales (ni más ni menos que los mayoristas más importantes del sector turístico internacional), hicieron todo lo contrario; algunos llegaron sucios, con la ropa arrugada, con colores chillantes y hasta con blusas ataviadas con la figura de Batman como estandarte.
PENA AJENA
El periodista no necesita respetar ciertos protocolos para hacer su trabajo, lo mismo puede entrar a grandes eventos que a la colonia popular más humilde, eso nos queda muy claro; pero cuando se trata de sólo ir a comer y beber gratis, y encima romper con todo el cuadro, lo único que sucede es que se genera una situación bochornosa que sólo afecta a toda la comunidad periodística, pues no todos caen en el mismo supuesto.
El Director de Turismo Municipal, Ramón González Lomelí y el delegado de la Secretaría de Turismo de Jalisco, Ludwid Estrada, entre otros, han hecho de tripa corazón al toparse con acciones penosas que involucran a reporteros gorrones, ya que los han tenido que invitar a salir de algunos eventos privados (juntas con el sector empresarial por ejemplo) porque, o no están convidados y la reunión tienen carácter de privada, o porque se trata de un desayuno, comida o cena, a donde no fueron requeridos, y donde no hay espacio para darles de comer.
Desde luego, para quienes experimentan esta incomodidad, tanto en el sector público como privado, les da una pena ajena, que no saben dónde meterse.
Pero bueno, Sara María Chávez se va a topar con este problema y con insultos de todos los colores, así como con más grilla barata que le van a comenzar a tejer desde las direcciones de aquellos periódicos que, se sienten con la influencia de un Reforma, un Universal o incluso un New York Times, y que se creen con el poder suficiente para poner o quitar funcionarios. O que, erróneamente piensan que pueden exigir igualas millonarias sólo por tener un panfleto o un papel impreso, donde divulgan noticias vacuas, columnas a modo o cartones por encargo.
CAMBIO DE FONDO, NO SÓLO DE FORMA
La relación prensa-gobierno municipal debe experimentar un cambio de fondo, no nada más de forma. Ojalá y que los compañeros reflexionen, entren al debate si así lo desean, y se fijen metas para ser cada día mejores en lo que hacemos, en hacer periodismo en serio, y en evitar que se nos siga denigrando o adjudicando calificativos, por el mal actuar de unos cuantos.
Sara María Chávez tiene mucho trabajo, le damos el voto de confianza, ya que ella ha sido periodista y ahora es funcionaria, y sabe a la perfección el entramado de la prensa vallartense, donde desde luego no todo está mal, hay sus muy honrosas excepciones, y es ahí donde la nueva titular de comunicación debe enfocar sus baterías, con el único fin de que los reporteros se dediquen a lo suyo, no tomen oficinas como si fuera la casa propia, no exijan prebendas y canonjías –salvo lo necesario para hacer su trabajo—y se fomente una relación respetuosa y profesional entre ambos actores.
Silvia Álvarez y su jefa de prensa, Verónica Díaz, hicieron mucho con poco; no les importó las condiciones precarias de las oficinas de comunicación, ni la falta de herramientas suficientes para trabajar, ellas cumplieron su trabajo; pero a otros (incluidos algunos directores y regidores mala leche) no les gustó y desde adentro y desde afuera, calentaron el ambiente que terminó por fastidiarlas.
Desde hace un mes, Silvia le había pedido al alcalde que la cambiara, mientras que Verónica Díaz, encontró buen cobijo en la Secretaría General del Ayuntamiento, donde podrá poner en práctica sus conocimientos de derecho.
Por lo demás, sólo resta reiterar lo que escribimos antes: Si en 15 días las cosas no cambian para bien, no importará a quién pongan en la Dirección de Comunicación, pues siempre habrá un grupito dispuesto a chantajear al que se deje.