Van tres y viene el cuarto vocero del alcalde Ramón Guerrero Martínez en algo así como 14 meses de su gobierno. El primero fue Jaime Castillo Copado, quien había hecho carrera en las ventas de publicidad y publireportajes en el periódico Vallarta Opina, luego le dio por escribir notas y de éstas pasó a escribir una opinión. Aguantó el paso del primero de octubre hasta el último día de enero, la entrega de riendas a Enrique Plascencia.
Cuando el periodista Javier Santos López le preguntó a Ramón Guerrero sobre la renuncia de Rocío Ramos a la dirección de Comunicación Social pareció dar muestras de pretender sincerarse. Admitió fallas y debilidades en esa área de su gobierno. No dio nombres pero dijo tener definido que su nuevo vocero debe cubrir el perfil de ser alguien que enfrente mejor los retos.
Uno, el alcalde se asume como un gobernante formado a la usanza del gobernante proveniente del PAN cuyos dolores de cabezas siempre ha sido la comunicación social. El panista enfrenta serios problemas cuando se trata de comunicarse con el pueblo y, pues debe ser esa conciencia azul de la que “el mochilas” no puede extirparse. Es alcalde gracias al Movimiento Ciudadano pero toda su formación política fue en el PAN.
Dos, es probable que Ramón Guerrero tuviera en mente la imagen de Enrique Plascencia al decir buscar un perfil de alguien que acepte los retos. Jaime Castillo no pudo sacar la chamba y cuando llegó Plascencia, este se acomodó y cuando empezaba a satisfacer con su trabajo al alcalde, al tapatío lo contagió el “síndrome del jamaicón” y apuró su retorno a Guadalajara.
Enrique Plascencia, a diferencia de Jaime Castillo, no era ningún improvisado para la materia. De las grandes ligas de la política estatal, descendió a la triple A cuando aceptó venir a Puerto Vallarta. Venía de ocupar responsabilidades de relevancia en el gobierno del Estado y en el Congreso local, precisamente en la era de los gobiernos panistas. El muchacho siempre ha sido identificado al ex gobernador Francisco Ramírez Acuña aunque ya dejó rastros de que sus intereses responden más a la persona del empresario lechero Abraham González Uyeda. Es este señor el que supo tejer todo tipo de complicidades en la actual administración y eso tampoco es ningún secreto.
El problema de Plascencia no fue ser un mal funcionario. Su problema fue su desapego a la responsabilidad. Cada fin de semana debía emprender camino a la capital. Allá dejó a su familia y con frecuencia platicaba que se le exigía estar cada fin de semana en casa, algo nada compatible con el servicio público que exige tiempo completo. Tantos viajes cansaron a Plascencia y agotaron la paciencia del alcalde que demandó tiempo completo y si no, presentar la renuncia.
Castillo duró cuatro meses y Plascencia poco menos de 9 meses. Rocío Ramos menos de dos meses. Como Plascencia, la menudita Rocío, traía cartel, experiencia y lo mas importante, un carpetón de recomendaciones, la principal, la de Enrique Alfaro Ramírez. Pero la señorita Ramos de la Peña jamás pudo acomodarse. El alcalde ha sido discreto pero existen indicios de no haberle gustado la tarea que se disponía realizar. Propuso poner algo de orden en el desorden que le heredaron en la oficina. Es típico que un funcionario, al relevo de toda una administración, se quejen del desorden de sus antecesores. Rocío Ramos no supo ocultar sus impresiones y se quejó del cochinero. Cuando pidió apoyos y respaldos halló la negativa. En menos de dos semanas pudo advertir que no sería sencillo su trabajo. A las cuatro semanas tomó la decisión de regresarse a Guadalajara. No pudo granjearse el apoyo para consolidar su posición.
No debe ser sencillo trabajar con Ramón Guerrero. No lo es con ningún alcalde y quien diga lo contrario muy probablemente mentirá. Si, hay jefes que permitan trabajar a los subordinados y les apoyan a construir condiciones para hacer mas ameno el tiempo de labores. Asi es cuando funcionan y hay resultados. Pero si de algo se han distinguido nuestros alcaldes es precisamente de padecer curiosos egos y exageradas vanidades. Han revelado empleados de esa área que difundir una simple fotografía causa profundos desagrados en un jefe que en toda imagen gusta verse cual actor de cine.
Adelantamos nuestra inexperiencia personal en tareas de proteger la imagen de un político pero es probable que el mayor problema de un vocero tenía que ver con el enfrentar a un jefe cuya mayor debilidad son los egoísmos y vanidades. No debe ser fácil cumplir tareas con un alcalde que no construye, sino que derrumba barreras y obstruyen el trabajo de un profesional. Es común escuchar testimonios de quienes han colaborado con algún político quejándose de este de ser un tipo que no se deja ayudar.
Pudimos apreciar algo de los trabajos hechos por Enrique Plascencia. A él por cierto, dado el abandono y desorden del área, ahora mismo lo extrañan los reporteros. Bonachón, sabía asumir estrictas posiciones inclusive ante un reportero y no titubeaba si se trataba de desviar acusaciones o señalamientos hacia un director en aras de proteger al primer edil. En eso radica el mayor peso de esa chamba; cualquier funcionario es una pieza sacrificable y jefe se le debe brindar toda la protección posible.
Se necesita mas que hurgar en el trabajo dejado por los tres voceros para hallar razones del por qué tantos cambios en una dependencia clave para el gobierno municipal. Jaime Castillo nunca supo qué hacer, lo cual es entendible pues el muchacho sigue siendo un imberbe sin futuro en la política. Le ayuda cierta identidad con el alcalde que le han ayudado a sobrevivir en los muros ahora color naranja de la presidencia municipal. Plascencia es harina de otro costal y no le gustó Puerto Vallarta para trabajar. Los casi 37 mil pesos de sueldo mensual no le eran suficientes como si a Castillo Copado, el único argumento para aceptar trabajar por el membrete del MC.
Revolcadero
Ahora que citamos el salario del vocero en turno, que dimos por cierto la razón de que Jaime Castillo Copado no calienta silla cuando lo mueven de oficina, que no sea para su consuelo pero es uno de los males que mas quejan a la clase política local, del estado y de todo el país. Este mal es el de los políticos todólogos, que todos cree saber de todo y de todo, y son capaces de desempeñar áreas en cualquier dependencia. Castillo Copado fue removido de Comunicación Social a una oscura oficina de Proyectos Especiales, o Proyectos Estratégicos o algo parecido. A últimas fechas, Jaime es el nuevo publirrelacionista del alcalde. Lo curioso es que Silva Alvarez Bustos corre sus mismos pasos y aunque no de la dirección, sino de la jefatura de Prensa, ahora ocupa la vacante de Jaime, esa de proyectos… ***** Ya hace mas de una semana que -queremos entender que nuestros amigos panistas- nos enviaron un correo en donde el tema principal es el asunto de la elección de su dirigente. Es algo muy propio del Partido Acción Nacional y su militancia sobrecalentar sus procesos y es, estaba cantado y pronosticado. Aunque no de nuestro ánimo profundizar en el contenido lo rescatable es la revelación de varios nombres que se exponen como los artífices de la impugnación firmada por Ricardo Ponce Ibarría. Que esos autores son Abraham González Uyeda, José Antonio de la Torre Bravo, Octavio Esqueda Avalos, Eduardo Rosales y nuestro alcalde. Y pues quien los conoce, sabe que todos ellos son de sangre azul.****** Que el regidor Othoniel Barragán se está inscribió en la Universidad Latinoamericana para obtener un acta y un título académico y así estar preparado por si le pega al gordo. Pero ¿Cuál es el gordo que busca el regidor del Partido del Trabajo? Casi nada quiere ser candidato a diputado. Ya antes les habíamos adelantad que tiene a todo un equipo de trabajo realizando activismo en los municipios. Y que también dispuso a su equipo mas alegado de colaboradores reanudar estudios superiores. Con sombrero y todo, Othoniel no quiere aparecer como un ranchero sin estudios. Quiere más tlatoanis y para esto estudia y trabaja.