A más de una semana del fatídico “martes negro”, el mero día guadalupano, todavía se siguen preguntando qué pasó con el hijo predilecto de El Pitillal, quien desde la dirección general del Seapal se labró una sólida plataforma que lo catapultó al pico más alto de los aplausómetros de popularidad.
A cuentagotas brota información que explican parte de lo ocurrido. Fue el gobernador Aristóteles Sandoval quien tomó la decisión. El rechonchito, Francisco Ayón y él armaron el tinglado, seleccionaron y eliminaron perfiles y ordenaron quién debería inscribirse en el proceso local interno. Para el caso Puerto Vallarta, tomados los acuerdos, “bajaron” la información a otros don personajes, al dirigente del partido, Carlos Pizano y a Miguel Castro Reynoso, el que para ese martes 12 ya había sido el único en registrarse por la gubernatura.
A la víspera de los registros, Roberto González Gutiérrez estaba en Guadalajara con el plan de registrarse. Cuando acudió a las oficinas estatales del partido le dijeron con toda claridad que “Puerto Vallarta no está definido. El acuerdo sale esta noche”. El funcionario partidista dudaba en entregarle el simbólico escrito de ser un militante con sus derechos vigentes. Cualquier priista con intenciones de participar en un proceso interno, sabe que si hay “línea” se les ingenian por todos lados para negarle la constancia de priista.
Cuando Roberto se vino a Puerto Vallarta la misma noche del lunes 11, probablemente se cruzó en el camino con Cesar Abarca. Éste fue llamado “por el partido”. Roberto había logrado reunir firmas suficientes de consejeros políticos y estar preparado con requisitos para anotarse. Antes de las diez de la mañana recibió la noticia. Fue el gobernador Sandoval quien personalmente le instruyó a tener todo en regla y acudir a registrarse. Le adelantó que le hablarían los demás priistas. Cesar Abarca también se comunicaría para ponerse a las órdenes. Gustavo González Villaseñor se encargaría de “jalar” a Andrés González Palomera. Éste se resistía y prefirió perder varias horas en un paseo por el malecón. Aunque tarde, llegó al edificio de la calle Río Grande y se solidarizó con el ya precandidato único. Casi coincidieron en tiempo con Cesar Abarca, quien del aeropuerto bajó del avión, se trepó a una camioneta y se fue directo al partido y en presencia de Gustavo y de varios periodistas, le alzó los brazos a González Gutiérrez.
Todo lo anterior es una historia de alguna forma conocida entre la clase priista. Asumen que ha sido aceptado como un “candidato de unidad” y las expresiones de rechazo son apenas eso, opiniones personales mínimas y aisladas que de ninguna forma reflejan el sentir del priismo vallartense.
En todo esto hay un sentir unánime en cuanto a las interpretaciones y razones de “la línea” aplicada en la selección de candidatos. El candidato presidencial, José Antonio Meade no era el aspirante más popular y su nominación en todo caso se basa en su perfil. Arturo Zamora no estaba descartado pero hallaron puntos negativos y cuando le propusieron hacerse a un lado, lo hizo gustoso. Así salió Miguel Castro Reynoso que a diferencia de Zamora, su trayectoria ha sido intachable y su perfil se antoja más ganador que el resto de aspirantes. Con esa gama de atribuciones por hallar en el portafolios, las decisiones llegaron a Puerto Vallarta y al cotejar puntos negativos, notaron ventajas de Roberto Gutiérrez sobre Cesar Abarca. Con fama de académico y alejado del perfil del político tradicional, los dueños del partido concluyeron que Roberto González se acerca más al perfil del candidato que el PRI necesita para las elecciones concurrentes de julio próximo.
En la búsqueda de candidatos en Jalisco se impuso el perfil del priista distante del priista clásico y tradicional. Cesar Abarca estaba bien posicionado, arriba de cualquier otro precandidato, pero al identificarse y asociarse con priistas de alto porcentaje de “negativos” se creó desconfianza entre quienes tomaron la decisión. Seguía siendo el “plan a” y consentido del gobernador, pero éste entendió las instrucciones dadas desde el equipo del candidato presidencial y las aplicó.
Después del “martes negro” Cesar Abarca regresó a Guadalajara y atendió por dos días asuntos del partido. Allá lo localizamos pero siempre nos negó estar discutiendo o negociando una candidatura. “Sí, son cosas del partido y refrendo que estamos al cien con Roberto”, nos dijo. Jamás dijo si aceptaría coordinar la campaña de Roberto y asumiría la coordinación de la campaña de Miguel Castro en el municipio, tareas que ejecutó para Aristóteles Sandoval hace seis años.
Después del registro de Roberto González corrieron varios rumores y algunos tenían que ver con Cesar. Lo colocaban como candidato a diputado federal y hasta una promoción a un alto cargo al lado de Aristóteles. “Lo van a cuidar, porque esta elección está perdida” opinaron varios en redes sociales.
Si el día de los registros la noticia del no registro de Abarca causó asombro e incredulidad, a muy temprana hora de este miércoles 20 se repitió otro notición. En la oficina principal del Seapal, Cesar Abarca reunió a su equipo gerencial y les avisó que ya había presentado su escrito de renuncia. Al difundirse la misma, también hubo incredulidad y acrecentó las confusiones respecto al futuro que le depara al político de El Pitillal. No atan la decisión de declinar a la candidatura, tampoco su separación del Seapal con una próxima y tercera decisión. Eso de cuidar a su “mayor prospecto” ya no encaja con nada. “Si desistió de la alcaldía, va pa’ diputado federal” nos decía un amigo priista. Sin embargo todo es incierto. La confusión no se apaga y ni Cesar ni los dueños del partido lo aclaran. En todo caso, aumentan las expresiones de enfado y las mentadas a los notables del partido. “Sentar” a Abarca es para sus seguidores una burda imposición, una decisión ejecutada y negociada en favor del Movimiento Ciudadano.
El único que atina a reaccionar en la oscura penumbra que sus dueños construyeron en el proceso interno, es Roberto González. De alguna forma se les ingenió para hacer su trabajo y neutralizar cualquier intentona de rechazo a su virtual candidatura. Mucho le ayudará a él que el partido nomine a un priista local y recompensar de esa forma la decisión de postular a la alcaldesa de Talpa de Allende, la maestra Violeta Becerra Osorio. Al candidato a alcalde del puerto en nada le ayuda hacer campaña al lado de un candidato a diputado totalmente desconocido como lo es la maestra talpeña. El padrón electoral de Talpa representa poco más del siete por ciento del padrón distrital; eso no es nada cuando aquí viven casi tres de cada cuatro electores. En todo caso, le vendría de maravilla nominar al mismo Cesar Abarca y sería el primer en aplaudir. Si la jugada es esa, desistir de la alcaldía y separarse del Seapal para ir por la diputación federal, el “candidato de Unidad” a alcalde, se convertirá en el porrista número uno de Cesar Abarca.
REVOLCADERO
Quién sabe de dónde salió, pero todo el día se escuchó el rumor de que Ramón Guerrero “ya amarró con Morena”. Dirían los iniciados en el tema que esa historia ya es vieja pero hay argumentación para actualizar el cuento mochilista. Que a quienes se le oponen en Morena les alega el señor que él será registrado por el Partido del Trabajo, y que en la alianza ya negociada el PT lleva mano para postular y registrar al candidato. Y conforme los principios de la susodicha coalición, la cual no es oficial al momento de surgir el rumor, si el PT tiene el derecho de decidir quién es el candidato, ningún morenista podrá objetarlo. Al contrario, todos los morenos, incluyendo Roberto Ascencio y Héctor Gallegos, estarían obligados a aplaudirle. Claro, para que ni Gallegos ni Roberto Ascencio se asusten, no hay nada oficial. Ayer consultamos a un amigo moreno con línea directa a la familia tabasqueña, López Obrador e hijos; que nada, que va una mujer y que esta fue decisión de la Polevsky. Se nos aclaró el punto y, necios que somos, repreguntamos, ¿tons, que va Gallegos? Anotamos la respuesta: “Cómo, a poco sigue terco allá en Vallarta. Bueno, ese amigo no entiende. Es una mujer. Por orden de la Polevky”. Ya encarrerados, consultamos a otro amigo, éste vallartense de cepa, y nos dijo: “La verdad, dejamos el partido si entra el Mochilas”.****** Carlos Álvarez, “el serranito” para los amigos, es el nuevo presidente del ejido de Ixtapa. En las elecciones de la tarde del martes se impuso a Marco Antonio Ortiz Fernández por un margen estrecho que no dejó de causar cierto asombro. Se estimó que aplastarían al apodado “Cepillo” Ortiz sin embargo, la diferencia fue de apenas ocho votos. El conteo arrojó 113 votos para la Planilla Verde, la de “el serranito”, mientras que la Planilla Roja”, la de Ortiz Fernández sumó 105 papeletas. En la anterior elección, la diferencia había sido de seis votos. Hubo comentarios de reparto de dinero der parte de “los colorados” que si hubo, esa compra de votos no les alcanzó para ganar. Sin embargo, la elección dejó en claro la profunda división, en partes iguales, en ese núcleo ejidal. Toño Ortiz “el cepillo”, es compadre de “el Serranito” pro apenas escuchó el cómputo y con su gente buscó la salida del recinto agrario y abandonó la asamblea. ****** Y bien, que al frente del Seapal, a la salida de Cesar Abarca, se queda Gilberto Fernández. De éste señor hablan maravillas y desde su llegada, se le conoce como el brazo derecho de Abarca. Y ha sabido tejer buenas relaciones políticas pues para empezar siempre tiene disponible si “quinta” campestre, allá junto al río Pitillal, en el mero corazón de Playa Grande. Vamos a esperar que ocurre con los aguamáticos, los bebedores escolares, los bebedores públicos, legado de Abarca a su pueblo. Y claro, también hay incertidumbre por el destino de los gerentes pues a horas de la noticia, varios de ellos se hicieron ojo de hormiga. Nos reportaron que uno de los perdidos era “el gío”, Jorge Luis García Delgado. Lo buscamos y en efecto, como que anda asustado que ni la llamada telefónica nos aceptó. Y tan alegre que es el chiquirrirín. Como que don Rafa Yerena, ya le dio su jalón de greñas.