De Gilberto Javier Fernández Cuevas poco se sabía hasta incorporarse a la segunda posición del Seapal hace poco más de cinco años. La historia no oficial indica que fue por invitación expresa de Cesar Abarca Gutiérrez
El ingeniero Manuel Valentín Acosta Padilla en cambio es un auténtico fósil. Es una de las herencias de Rodolfo González Macías que cobra en la nómina del Seapal hace casi tres décadas.
Cuando una mañana de diciembre, el día 20, Cesar Abarca sorprendió hasta a sus amigos con la renuncia a la dirección general del Seapal, Gil Fernández pensó estar ante la oportunidad de su vida. No estaba errado. Él, por su posición en la estructuras directiva de la paraestatal, se asomó a sustituir la vacante del ahora candidato de PRI a la diputación federal. Hay versiones en el sentido de que hasta Cesar Abarca lo impulsó al más alto nivel del gobierno del estado.
Pero algo ocurrió con Fernández. Se transformó y asumió una posición belicosa y hasta agresiva respecto a su antecesor. “Enfermó”, escuchamos decir de él.
Es muy probable que a Gilberto Fernández en realidad “lo enfermó” el ingeniero Manuel Acosta, quien hasta hoy despacha como gerente de operación, una de las tres gerencias generales del organismo operador del agua.
Acosta Padilla es un gerente que se asume como insustituible e irreemplazable en el Seapal. Es compadre del director de Obras Públicas del ayuntamiento, Oscar Fernando Castellón Rodríguez. Éste último también fue director general del Seapal antes de Abarca, en la era panista. Quizá por eso estaba acostumbrado a hacer lo que su regalada gana le indicara e inclusive, decidía hasta asignaciones de obras, a veces hasta sin “avisar” al Consejo de Administración u otros directivos.
Para neutralizar la voracidad de Acosta, Abarca le colocó algunas cuñas, ejecutivos de su entera confianza, entre ellos al ingeniero Alejandro Padilla Viorato en la jefatura de Distribución del Agua. El año pasado se incorporó Víctor Hugo Fernández Flores en la subgerencia general. En el área del drenaje, se colocó a Héctor “el poyoyo” Robles Rodríguez. El ingeniero Horacio Ramírez llegó para hacerse cargo del Departamento de Producción del Agua Potable. Sin consignas y objetivo único de transparentar el trabajo, la primera tarea de este equipo fue amarrarle las manos a Manuel Acosta en obras.
Y también para restarle poder a Acosta, y de pasadita a Gil Fernández, se designó a Everardo Santos Alvarado en la subgerencia administrativa.
Todos esos movimientos desmembraron a Manuel Acosta y se logró arrancarle un poder de dos de las tres grandes áreas, la operativa y la administrativa. Más por respeto a un Rafael Yerena Zambrano que a Jorge Luis García Delgado, los dos se limitaron a tratar con pincitas y no se atrevieron invadir las esferas de influencia de la Gerencia de Calificación y Catastro. Sin embargo, ya sin Cesar Abarca, hubo un intenso zopiloteo a el popular “Gío” quien, en una de esas, ni él se salva sino es por la llegada de un nuevo director, Andrés González Palomera.
Si algo distingue al Seapal es por cosechar premios y reconocimientos, nacionales e internacionales. La calidad del agua es indiscutible y ya suman casi tres décadas de mantener la certificación de calidad. La administración no se queda atrás. Él área de Calificación y Catastro también arroja progresivas estadísticas con aumento de usuarios y eficiencia en la cobranza. En el Seapal, todos se dedican a trabajar, personal sindicalizado y personal de confianza.
Precisamente en la tradicional posada del personal sindicalizado fue donde se escuchó el primer discurso virulento y con dedicatoria a Cesar Abarca. Habían pasado apenas horas de abandonar la dirección general. Manuel Acosta encendió la mecha al tomar el micrófono y preguntar “¿Dónde está Cesar Abarca? No los apoya, acuérdense que apoyó a la otra planilla…”. Les recordó que Cesar Abarca apoyó a Toño Rangel y le dio la espalda a Juan Andrés Aguirre (el actual secretario general del Sindicato) cuando aquella elección celebrada el 18 de noviembre de 2016. El 25 de diciembre ocurrió lo impensable, la intentona de un paro de labores de los trabajadores sindicalizados, pero alentado por el dúo Gil Fernández-Manuel Acosta. Reclamaron por ahí uniformes, algunos apoyos materiales pero más se quejaban de la ausencia de “calor”.
La rebelión manipulada en el Seapal coincidió con el “abandono de la plaza” de Cesar Abarca. Su ausencia se malinterpretó en la oficina central de la paraestatal, particularmente con un envalentonado Gilberto Fernández.
Ya “asociado” con Manuel Acosta, Fernández Cuevas pensó que era el momento de atacar. Su cruzada comprendía deshacerse de todo aquel funcionario identificado al grupo de Cesar Abarca. El primero fue Everardo Santos Alvarado a quien despidió de la subgerencia administrativa y recuperar el control de esa área. También ordenó pedirle la renuncia al doctor Miguel Ángel Suárez Ornelas, un muy amigo de Abarca desde los tiempos universitarios a quien invitó a la secretaría particular cuando Alejandro Peña Vargas le renunció. Suárez iba a renunciar pero las prisas traicionaron a Gil Fernández y solamente exhibió su voracidad. Con la salida de Abarca se irían colaboradores menores como su asistente Carlos “litos” Ruiz, un amigo y vecino en Ixtapa a quien recién saludamos esta semana.
Cuando aquel lunes negro, el 12 de diciembre, Abarca no se presentó a registrarse --como toda la clase política daba por hecho-- y quedó fuera de la contienda por la alcaldía, aunado a su renuncia al Seapal una semana después, muchos pensaron que la desgracia había caído sobre él. En Guadalajara, la elite priista lo “castigó” por su temeraria petición de proponer, “yo para alcalde y Andrés para diputado”. Le ordenaron no registrarse el 12 y luego le pidieron la renuncia al Seapal. Se tomó una semana de vacaciones y aprovechó para reflexionar el momento político que vivía. Retornó con nuevos bríos. Fue llamado a Guadalajara. El candidato a gobernador, Miguel Castro Reynoso sabía de su valía, lo rescató y le ofreció la candidatura a la diputación federal.
Ya de candidato, Cesar Abarca se fortaleció, sobre todo cuando el ejecutivo estatal consideró nombrar a Andrés González Palomera al frente del Seapal. Nuestros amigos priistas nos afirman que los dos renovaron votos y alianza política y Abarca fue el primero en felicitar al regidor con licencia. En la jugada, Abarca se fortaleció pues una dama de su ajedrez político, Rocío Cerón, llegó a la regiduría.
Pareciera que Gilberto Fernández nunca supo en donde estaba parado. Sus poderes eran restringidos pues al no haberle tomado protesta el Consejo de Administración del Seapal, entiéndase también el gobernador Aristóteles Sandoval, jamás cumplió funciones de director y en consecuencia carecía de facultades para tareas ejecutivas amplias. Su barrida a todo aquel que oliera a Abarca causó malestar en Guadalajara y solamente apuró el nombramiento de González Palomera.
Con Andrés en el Seapal y el dúo Fernández-Acosta neutralizado, los bonos de Abarca renacieron. Ya hasta se propuso el retorno de “el poyoyo” Robles y otros de su grupo político. A nadie sorprenda si un día de éstos se anuncia la salida de Gil Fernández y “jubilan” a Manuel Acosta. Si Andrés Gonzáles no les aplica un “statequieto”, él será el siguiente zopiloteado.
REVOLCADERO
Manuel Acosta y Oscar Castellón son compadres desde hace muchos, pero muchos años. El primero se decía priista y también Castellón, que en aquellos tiempos residía en Guadalajara. Rodolfo González Macías y su grupo llegarían al Seapal de Guadalajara y con ellos Manuel Acosta. Cuando tronaron los drenajes en Guadalajara, se le fincaron responsabilidades a Castellón, funcionario menor en el Siapa. De la capital se vino a Puerto Vallarta y se declaró panista. Cuando el presidente municipal Arturo Dávalos lo invitó, se reforzó el rumor de que Acosta le jugaba a la “contra” a Cesar Abarca. Por meses fue tema de plática entre empleados del Seapal que Manuel Acosta hacía las veces de “oreja” al gobierno naranja por la vía de su compadre, Oscar Castellón. ****** Nuestros amigos del ejido Ixtapa le ofrecieron un “besamanos” a Cesar Abarca Gutiérrez. Consiguieron el salón de eventos del maestro Borrayo, localizado en la calle Iturbide, y ahí se encerraron con el candidato del PRI a diputado federal. Naturalmente, el anfitrión fue Lino Ortiz Muñoz, que para mayores señas es el esposo de la maestra Yolanda Cuevas, cercana colaboradora en el Seapal de Abarca. Al que ni en las fotos vimos es al ex comisariado, Zeferino Ramírez Colmenares quien pareciera le da su espacio a Carlos “Serranito” Álvarez quien le pone interés a la plática de Cesar Abarca. En estos días, Abarca también reportó una charla con los ejidatarios de Las Juntas. Nos enviaron fotografías pero no vimos al profesor José Luis Castro, el de apodo “el chelís”, que fue capaz de derrotar a Toño Arreola en la última elección del ejido.****** Le echamos un vistazo a los reportes de la policía municipal y hallamos los siguientes titulares: El pasado sábado 10 dimos vista de un “policías logran recupera cuatro vehículos con reporte de robo”. Ya el lunes 12, “policías detienen a sujeto con arma de fuego y recuperan dos vehículos robados”. Dos días más tarde, el miércoles 15, un informe se tituló “fue recuperado vehículo con reporte de robo del pasado domingo. Y este jueves 15, dos reportes oficiales: “dos detenidos con vehículo robado y otro recuperado”; y el segundo reporte decía: “a investigación sujeto detenido por presunto robo a negocio”. No creemos en los milagros y que se sepa. No ha habido algún curso capacitación intensa capaz de poner a prueba la alta eficacia de los operativos de la gendarmería local. Más bien alguien entendió que su pellejo, la chamba pues, está en juego, y logró convencer a los uniformados que ya es tiempo de dar resultados, de ponerse a trabajar, de atrapar ladronzuelos, de impedir y recuperar autos robados y con la alegría de cumplir a la ciudadanía cobrar su quincena.