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Martes, 15 Julio 2014 20:13

Desaparece en Ixtapa Carlos López Castillo (a) El Loqueras, narquillo y ladrón que tenía asoladas algunas colonias de la demarcación

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Por Gerardo Sandoval Ortiz

Sus amigos, también familiares ni siquiera están seguros cuántas veces antes intentaron aplicarle un “levantón” a “el loqueras”. Supieron la noche del jueves10 que al cabo de una media docena de balazos, lo hirieron y lo subieron a una camioneta. Después de eso, nada saben de su familiar. Compraron periódicos y no hallaron noticia alguna.

 

La historia del día ocurrió en Ixtapa. A una hora que todavía las familias siguen sentadas en las banquetas de sus casas para mitigar un poco el calor de temporada. Hubo muchos testigos, inclusive quienes aseguran tener la identidad del responsable.

Contra lo que cualquier persona puede creer, en Ixtapa no se han extirpado las desapariciones. Se cuentan tantas historias como de que las propias dependencias de gobierno aplican a los delincuentes el “ojo por ojo, diente por diente”. En los vecindarios de la demarcación ven familias que viven en luto permanente por algún familiar, indudablemente ligado a los grupos de malosos que nuca regresó al hogar. Apenas el viernes, el cierre de las fiestas patronales de Ixtapa se contó de la desaparición de un individuo vinculado a un grupo de amigos dedicados al chofereteo de camiones urbanos. Le apodaban “el chupa”. Esa noche los camioneros estaban desatados y a varios se les subió el alcohol. “El chupa” simplemente fue “levantado” y desapareció antes del amanecer. La versión extraoficial es que “se portó mal”. A la esposa le mandaron decir que ya no lo buscara. Casi un mes después, no ha regresó a casa.

En las colonias del este de Ixtapa, por los rumbos del  Mirador y entrada Mojoneras, se conocía de las actividades nada lícitas del “loqueras”. Igual se metía a robar a una finca que “bajaba” a algún indefenso parroquiano. Consumía drogas y de vez en vez, por no decir que era su actividad principal, también vendía algún churro de yerba mala. Pero “el loqueras” era un hamponcillo modernizado. No es el primer ladronzuelo de poca monta en ser ejecutado. Semanas atrás, poco antes del amanecer mataron también salida a Mojoneras, a un sujeto con fama de raterillo. Saben que esas actividades, en Ixtapa, están prohibidas por “los jefes”, no se detienen y terminan por pagar con sus vidas. Tiene su página en feisbook. Ahí se pueden ver parte de sus gustos. Tiene la debilidad por las camisetas del mismo gusto de personajes como “la barbie” y otros capos del narcotráfico a gran escala.

Los vecinos reportaron que entre las diez y once de la noche escucharon de cinco a seis balazos. Habían herido en un pie al “loqueras”. Sin importar mirada de curiosos, de familias enteras, con cierta prisa, levantaron al herido y lo subieron a una camioneta. Minutos después, el verdugo contaría que la orden del patrón había sido precisa. “Es que el patrón lo quiero vivo para torturarlo y por eso le pegué en la pata”. El enviado cumplió a cabalidad la instrucción. Nunca supo qué hizo “el loqueras” como para ser llevado a una sesión de torturas. Lo que se sabe es que no le perdonaron la vida.

Como suelen presumir las fuerzas armadas, “fue una operación quirúrgica” la acción del levantamiento del “loqueras”. Se actuó como si nada. Hubo balazos pero la policía municipal no se enteró. La única camioneta utilizada todavía circula por las calles de Ixtapa. Sus tripulantes no se preocuparon ni por lavar los rastros de sangre de la cajuela. Mas tarde, relajado el ejecutor, se paseaba tomándose unas cervezas frías y conviviendo con sus amigos.

“El loqueras” empezó siendo buen mozo. Solo vendía drogas. Pero después le dio por robar y para eso no tenía permiso. Sus familiares nunca pudieron meterlo en cintura. Su padre tiene una palapa para venta de alimentos en una playa del sur del municipio, por los rumbos de Mismaloya. Solía frecuentar las cantinas del pueblo. Es mas, su pareja laboró un tiempo en uno de esos antros.

El desaparecido tenía de apodo “el loqueras” pero también lo conocían como “el toño”. En realidad, su nombre completo y real es Carlos López Castillo. Su identidad real se puede verificar en su página de feisbook. Quienes lo conocen no tiene ninguna duda. Es él. Todos en el barrio saben que es de la familia López, como todos sabían de sus actividades. Se acuerdan que alguna vez vivió al lado de una mujer de la familia Saracco en una casa de La Esperanza. Todos también en Ixtapa han sabido que al dedicarse un día sí y otro también a robar es algo prohibido, “penado” y castigado por los patrones. No es el primero, ni tampoco será el último en pagar caro su osadía de molestar a los vecinos y calentar la plaza.

Abstenerse a apoderarse de bienes ajenos es algo que al menos en Ixtapa se cuida. Los señores dedicados a cuestiones de negocios con sustancias prohibidas protegen al vecino contra ladronzuelos. Ya no son los tiempos de antes. Los varones del pueblo se disgustan si reciben alguna queja de un afectado por robo. Esas quejas pueden llegar por vías distintas, directas o a través de terceros. Un tercero puede ser la policía municipal. Está fresco en  nuestra memoria la historia del robo al negocio de un amigo. Fue a reportar a la policía, y un relajado comandante le recomendó “vale, dile al patrón fulano pa que te regresen lo que te robaron”. A pie juntillas cumplió la sugerencia y en menos de una hora le llevaron hasta su negocio todo lo robado.

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