Uno de estos fue un joven que se creyó rápido y furioso, más bien rápido y goloso, y a las 05:00 de la mañana le dió por jugar arrancones con quien se dejara, para probar la potencia de su mini cooper color rojo brillante y mostrar que nadie podía ganarle.
El chavo estaba tan entusiasmado, que se puso en modo Paul Walker y se imaginó que una chica voluptuosa con bikini levantaba la banderita de salida y arrancó a toda velocidad, tan rápido, que hasta hizo chillar las llantas del pequeño auto.
Iba tan recio, que dejó a su oponente lejos; pero el exceso de velocidad no le permitió controlar el coche y terminó impactado en una de las avenidas de fluvial Vallarta destrozando el carro que con tanto esmero había cuidado.
La posibilidad de caer al bote le pasó de manera fugaz por su mente y más rápido que furioso huyó del lugar del accidente y prefirió abandonar su automóvil antes de que le cayera la ley.