¿Qué lección deja a la clase política el audio que muestra de cuerpo completo la verdadera visión que tiene la regidora Elisa Ayón sobre la función de gobierno en el Ayuntamiento de Guadalajara?
La señora se embriagó de poder, que también llega a generar desquiciamiento, como lo provoca el alcohol y alguna droga, en mayor o menor medida.
Alguien ha escrito que algo oculto tiene el poder, que puede enloquecer a los pen… y atontar a los inteligentes.
Con este caso son dos ejemplos frescos tenemos de personajes que deben acudir ante el psiquiatra por perder la cordura. Ya Emilio González Márquez, como gobernador nos regaló su show en aquel famoso banquete del hambre donde pronunció la famosa mentada dirigida a sus críticos, y que a la postre le costaría la gubernatura de Jalisco al Partido Acción Nacional.
“Yo tengo poco de gobernador, pero a lo mejor ya se dieron cuenta que a mí, lo que algunos poquitos dicen ¡me vale madre! ¡Así de fácil! (…) ¡Digan lo que quieran… perdón señor cardenal… chinguen a su madre!”.
Tal vez la diferencia es que el laguense no renunció, siguió como gobernador y le bastó simplemente ofrecer una disculpa pública, que nunca se vio como auténtica.
TUMBA POLÍTICA
Los medios han dado cuenta puntual sobre este audio del monólogo que tuviera esta regidora y ex dirigente del sector popular del PRI en Jalisco con empleados de la Dirección de Cementerios de Guadalajara donde se muestra la hoy llamada #LadyPanteones –así la han marcado en redes sociales– como si fuera jefa de una mafia, con la potestad de mover al titular de la dependencia y a sus subalternos. Ellos están allí porque ella los llevó, como premio por haber trabajado en la campaña.
“Les cayó el chahuiztle, ya ni modo. Yo vengo a poner orden. ¿Cómo? A mi estilo. El problema es de dirección, Martín, y eres tú. A ti ya te pedí la renuncia, cuando tú me la quieras dar. Y te lo repito aquí delante de todos: ¡Cuando tú me la quieras dar! Y la que manda en Panteones soy yo (…) A todos yo los metí por mí: O me hacen caso a mí o se van a la chingada, el director es mío.
“Jamás voy a ser una mujer malagradecida. Lo que sí soy es una hija de la chingada. Y vengo a decirles: Como quieran, a putazos, a huevazos, a balazos, a mamadas. Como quieran. Ya me harté (…)”.
Lo cierto es que así como tenemos a la profesora Elisa Ayón, hay otros en la administración pública de estos y otros gobiernos con esa mentalidad, que ven las posiciones en la administración pública del Gobierno como cotos de poder, ya sea en jefaturas de departamentos, regidurías o direcciones de las tres esferas de gobierno. Es una vieja práctica que afecta lo mismo a gobiernos van y vienen, termina la era del partido único en el gobierno, llega la alternancia, vuelve el PRI y esos especímenes siguen allí resistentes, actuando como mafia, frente a gobernantes débiles.
LOS FRANKESTEIN
Ahora, los que conocen a la profesora Elisa Ayón no pueden estar sorprendidos, porque se había tardado en exhibirse tal cual. Hace algunos meses mostró el Frankestein que trae muy adentro. Ella durante varios años tuvo a su cargo la dirigencia del sector popular del PRI. El periodo estatutario se venció y había la necesidad de hacer el cambio, que por alguna u otra razón no se había hecho. Se tomó la decisión de que ella debía de dejar la presidencia y desde la dirigencia nacional se determinó que el nuevo titular sería el senador Jesús Casillas Romero.
La entonces regidora y ex diputada local se opuso a la decisión, como si fuera la propietaria de dicha posición. En forma respetuosa se le pidió que entregara oficinas lo cual rechazó y hasta retó a la dirigencia partidista.
¿Qué lleva a los políticos a transformarse hasta el punto de llegar a enloquecer? Se suben al ladrillo y sufren mareo de montaña, se ha dicho a propósito de esa descomposición que viven, de ser una persona aparentemente sencilla, al menos así lo aparentan, pero que cambian y se transforman cuando llegan a tener cargos de mayor responsabilidad.
Y es en la política y el ejercicio del Gobierno donde los encontramos y alcanzan la celebridad. Unos se exhiben bajo los influjos del alcohol o de alguna droga, pero otros los embriaga el poder, los enferma y los enloquece.
Vaya, pues, los casos están para el psiquiatra, que analice este desdoblamiento de personalidad, proyectando un problema grave de narcisismo derivado de patologías que tienen un efecto mayor cuando se asientan en personajes que llegan a estos espacios de ejercicio de gobierno.
El asunto es que no hay vacunas para inmunizarlos ante estos enfermos que llegan al gobierno. ¿Quiénes serán los próximos? Porque seguramente aparecerá otro desquiciado tarde que temprano.
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