Resulta que dos campesinos de Ixtapa, que además pertenecen a una congregación religiosa de cristianos, se les ocurrió cortar unos plátanos de un terreno que está atrás de las oficinas de Policía Federal de Caminos, y eso fue suficiente para que se les viniera el mundo encima.
Todavía no cortaban ni un plátano cuando de las sombras salieron dos policías federales, uno grandote él y el otro de estatura más baja pero igual de groseros y prepotentes. Sacaron la pistola escuadra y encañonaron a los dos labriegos que iban en una camioneta del año del caldo, toda destartalada. Les gritaron palabras altisonantes y los amenazaron: “¡sabes que te puedo matar en este momento por estar robando!”, le dijeron a uno y después los colocaron contra el suelo, con las manos en la nuca, como si fueran los peores delincuentes.
“Mira nomás, tienes una cara de narcotraficante que no puedes con ella”, le decía el federal al más joven mientras le ponía el pie en la espalda. “Últimamente se nos han perdido tres racimos de plátanos y seguro que ustedes los han robado, ahorita van a ver hijos de la chingada”, los amedrentaban.
Como eran muy humildes, los federales no hallaban cómo sacarles algo de provecho, así que pidieron los papeles de la vieja camioneta; pero como el vehículo no tiene valor alguno, les preguntaron qué cuánto dinero traían. El muchacho tenía 160 pesos en la bolsa y los policías se los quitaron “por los plátanos que nos robaron”, les volvieron a gritar.
En eso estaban cuando pasó por el lugar el pastor de la congregación y reconoció a sus amigos. Preguntó a los federales por qué los tenían detenidos y tirados en el suelo, y los policías respondieron que por que eran unos pinches rateros, que se habían estado robando los plátanos del jardín de la Federal de Caminos (encima los calumniaron), pero que los dejarían ir, después de todo ya les habían quitado 160 pesos.
Para completar la agresión, uno de los federales, el más alto, le gritó al pastor: Si usted es hombre de Iglesia sabe que robar es un pecado… y en seguida los dos policías soltaron tremendas carcajadas.
Así de miserables se portaron estos policías, todo por unos plátanos… seguramente, tienen mucha hambre y defienden “su huerto” a punta de pistola.