Una de las consecuencias de la alternancia presidencial en México fue el desmantelamiento del supra poder que llegó a acumular la figura presidencial y al mismo tiempo éste se mudó a los gobernadores, para convertirse en modernos virreyes, quienes fueron los primeros beneficiarios de la salida del PRI de Los Pinos. Aquella figura todopoderosa presidencial que durante cerca de siete décadas gobernara en el país se diluyó y terminó en una presidencia débil.
Nuevas formas de ejercicio de gobierno se pusieron en práctica, surgiendo los llamados poderes fácticos como los propietarios de las televisoras, personajes como Elba Esther Gordillo y el crimen organizado.
El Estado débil es paradójico a la máxima expresión de poder autoritario o supra poder que se vivió durante el periodo presidencial de Carlos Salinas de Gortari, quien hizo uso de aquella fuerza para aplastar a dos personajes que llegaron retar y confrontarse con el presidente. Primero, fue Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, quien se la jugó con Cuauhtémoc Cárdenas. El imperio que tejió en un día se lo destruyó Salinas desde la presidencia con su artillería pesada de la PGR y el Ejército. Bastó esa señal para que Carlos Jongitud, entonces “líder moral” del magisterio, entregara la estafeta para encumbrar a Elba Esther Gordillo, quien sería de las grandes beneficiarias de la salida del PRI de la Presidencia de la República.
Salinas durante sus seis años removería a 16 gobernadores. Sólo el presidente Lázaro Cárdenas se le puede equiparar cuando recompuso su gabinete al romper con Calles, llamado el jefe máximo de la revolución y su hacedor. Fue el general michoacano quien vino a inaugurar el que se convertiría en un largo periodo de cerca de 70 años de los alcances en México de la figura presidencial, el gran Tlatoani, de muerto el rey, “viva el rey”. La expulsión que hiciera de Plutarco Elías Calles del país, fue el toque de luz de aquella nueva era del presidencialismo que iniciaba en México.
ESTADO DÉBIL
Hace unos días dos grandes estudiosos del poder, el historiador Lorenzo Meyer y el jurista Diego Valdez, abordaron por separado este tema del Estado débil. En la presentación de su libro “Nuestra tragedia persistente. La democracia autoritaria en México”, Meyer, refiere que como consecuencia de la alternancia en estos escenarios han surgido los fácticos, el nuevo poder, que viene a suplir al autoritarismo priísta que tuvo al Estado como fuerte. Y describe como fácticos “a esos poderes que sin haber pasado por procesos electorales, toman decisiones de mucho fondo, quizá toman las mayores decisiones”.
Plantea que en los años pasados parece que no había presidencia, que era puro poder fáctico. “Pero lo peor, advierte, es ese nuevo poder que surgió, el crimen organizado que tiene ejércitos y controla territorios (…) No sé cómo lo van a enfrentar y controlar”, subraya.
REFORMA POLÍTICA
El jurista Diego Valdez va más allá, habla de la necesidad de reformar el régimen político, toda vez que se ve debilitado con un gobierno de minorías, pronunciándose por un gobierno de coalición con jefe de gabinete. “No existe hegemonía de la mayoría, es la hegemonía de la minoría”, sintetiza Valdez.
Plantea que el presidencialismo mexicano “es un presidencialismo caduco”. En ese contexto, se advierte el proyecto del presidente Peña Nieto de centralizar el poder, de acotar a los gobernadores y la creación del instituto Nacional de Elecciones, va en ese sentido, como también quitarles la tarea de pagar al magisterio para evitar el surgimiento de Frankestein, como la Coordinadora de la CNTE.
Las fuerzas políticas están a punto de entrar a un fuerte debate el Congreso de la Unión, que tiene como finalidad reformar el poder en México con las figuras de darle autonomía a la PGR , establecer controles democráticos, como ratificación del gabinete a manos del Congreso; creación de gobiernos de coalición; la segunda vuelta electoral; reelección de legisladores , alcaldes y jefes delegacionales; elevar el umbral al 5 por ciento para obtener registro político de partido; causa de nulidad de elección rebase del tope o utilización de recursos ilegales, así como contratación de propaganda disfrazada de información periodística.
La reforma del poder es indiscutible, la palabra la tiene Peña Nieto, cuando confluye un presidencialismo que ya no funciona con formas autocráticas en tiempos de democracia. El costo de un gobierno débil lo pagamos todos, porque las minorías son las ganadoras, como los poderes fácticos y grupos de presión y de interés como la Coordinadora de la CNTE.
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