Y en efecto, si consideramos que el motejado “mochilas” no refleja disfrutar de su mandato, tal parece que la alcaldía es para él “la casa del terror”.
Como si fuera ayer se recuerdan algunas de sus frases y promesas gritadas aquel último día de septiembre. Debió amanecer el primero de octubre satisfecho, inflado cual pavorreal por ver cumplido lo que tantos años: ser presidente municipal de Puerto Vallarta y ver rendido a sus pies a sus adversarios y enemigos, políticos personales. Por que si algo tiene el señor es olfato y memoria para identificar y recordar a quienes ve como enemigos.
Si nos atenemos a los resultados de este primer año, obras y acciones, indiscutiblemente que el año no ha sido bueno. Es altamente probable que lo mejor, como para presumir y así se hizo cuando hace tres semanas dio su informe, lo notable ha sido todo lo relacionado a los programas sociales. Lo de menos es pensar que se trata de programas concretados mayormente con recursos no municipales, dinero enviado por el gobierno federal y en algunos casos, el gobierno del estado.
No exageró cuando dijo que había llegado a “la casa del terror”. Un ha sido mucho tiempo para deducir que Puerto Vallarta no es Ayutla y que aquella serrana municipalidad se le acomodó para administrar su presupuesto. Puerto Vallarta es una de las principales ciudades del estado, uno de los tres más importantes destinos turísticos de país. Abonó en su partido el PAN pero la inversión no le alcanzó y debió trasladar su capital, políticos y económicos al Movimiento Ciudadana ara comprar la franquicia y relanzarse en su sueño de conquistar la ciudad. Fue en el MC donde tuvo éxitos. El costo fue mayúsculo. Construyó alianzas y pactó compromisos que ya en la alcaldía le ha imposibilitado gobernar con cierta comodidad. Esos oscuros pactos le propiciaron antes de asumir el cargo conflictos que derivaron en un hondo enfriamiento de relaciones con varios de los que lo llevaron a la alcaldía.
El abogado Francisco Vallejo Corona fue uno de los que tomaron distancia con “el mochilas”. Aspiró a la Secretaría General, dijo que no participaría en ningún otro cargo, lo invitaron a Reglamentos y rechazo la invitación. Fue cuando todos se dieron cuente que el equipo se había arreglado desde Guadalajara, y también lo más grosero: los principales nombramientos estaban comprometidos con personajes auténticamente desconocidos en la ciudad. La secretaría se le entregó a Antonio Pinto Rodríguez, la tesorería a un sabe quien, la Procuraduría Social a otro tapatío, la titularidad de seguridad a otro foráneo. Total que poco, sino es que migajas, quedaron ara quienes se la rajaron acá con Guerrero Martínez. Vergonzosamente algunos mochilistas de hueso colorado, como Santiago Centeno, aceptaron una especie de aviadurías y ahí han deambulado todo el año.
Ya se ha consignad que desde el principio ha sido un gobierno de Ramón Guerrero. Mucho prometió pero poco de todo ha cumplido. Para ir en correlación con la realidad financiera, tampoco se trata de aludir grandes y costosas obras. Ya sabemos que no hay dinero para eso y si ha habido algunas obras materiales de costos millonarios, también sabemos que es dinero presupuestado con anterioridad. Por ejemplo, el túnel y algunos tramos de la carretera a Las Palmas, fue dinero llegado de lejos, así como esos 15 millones para las flores de ornato de la avenida principal.
En lo personal, nos llama la atención ver a un presidente municipal que no disfruta los días que ejerce el cargo. Un cargo de gobierno es para disfrutarlo como lo es también para ayudar al vecino, a su comunidad. Ni cuenta nos dimos que el principio de gobernar para ayudar se distorsionó a tal forma que ahora todo y todos se procuran beneficios personales, la autoayuda.
Así es que cuando dijo que las calles están intransitables, patrullas descompuestas, inseguridad, espacios públicos abandonados, una deuda pública de un aproximado de 1, 200 millones de pesos y que cada vallartense debía 4, 800 pesos, no mintió fue preciso al añadir que “eso no es justo”. Son palabras y frases literales extraídas de aquel discurso. Se le escuchó honesto y decidido cuando con un tono convencedor dijo que en Puerto Vallarta había descubierto “un rostro que exhibe el gesto de agravio de decenas de miles de vallartenses que viven en condiciones precarias” cual un moderno Luis Donaldo Colosio, dijo ver “un rostro que refleja injusticias e ingratitud con la ciudad”.
Pero bueno, en base a eso, izo sus compromisos, de campaña y luego lo refrendó al asumir la alcaldía. En eso, sino mintió, sí se le puede reclamar no hacer lo suficiente para cumplir.
“Durante la campaña le dijimos a la gente que queríamos cambiar la historia, no repetirla. Esa sigue siendo nuestra convicción y uno de los motores que os han movido a lo largo de estos meses” dijo. Un año después, se han multiplicado los vallartenses con dudas sobre si realmente Ramón Guerrero tiene en mente cambiar esa historia de saqueos, de despilfarro, de abusos, de atropellos, males que le atribuyó a quienes le antecedieron. Dijo por ejemplo, en campaña, en su cierre de campaña y en el festejo de su victoria electoral, que se bajaría el 20 por ciento del sueldo a los regidores. Que se sepa, un año después, el salario no se les tocó a los regidores que alegres siguen cobrando íntegra su quincena. Igual su promesa de que bajaría la nomina. Al contrario, la nómina se ha incrementado y amenaza con aumentar.
Se le puede comprender no hacer grandes obras porque como lo repitió muchas veces, halló “una administración en caos, con las finanzas rotas y la casa sin moneda”. Pero nadie atina a ver esfuerzos encaminados a optimizar los pocos pesos. Poco si no es que nada se ha hecho para mejorar las condiciones de las calles que cada día se deterioran más.
Sin embargo, hay ojos que ven una sigilosa presencia del gobierno municipal, de Ramón Guerrero en las colonias identificadas en el cinturón de la miseria. Acercarse a esos asentamientos, llevarles un costal de cemento, una lámina, es una fórmula que sabe le retribuye simpatías. Allá no llega la influencia de los medios de comunicación que osan criticarlo. Tampoco tienen acceso a los medios y redes sociales pues, si no tienen para comer, jamás van a tener acceso a una computadora para leer los diarios cuestionamientos y los desenmascaramientos a su gobierno.
Un año después, sin muchas armas y menos recursos, todo indica que Ramón Guerrero apostará a llevar ayudas “solidarias” a las familias más pobres de Puerto Vallarta. Con ese remedio intentará neutralizar las críticas y los incumplimientos de sus muchas y muchas promesas. Si se cumple la máxima, la de que el primer año es para planear, el segundo para aterrizar y hacer obras, y el tercer año para organizar el calendario de festejos, al adentrarse a su segundo año, Ramón Guerrero no tiene condiciones para materializar acciones u obras que cambien el rostro de Puerto Vallarta. Nada hay como para pensar con optimismo de que “el mochilas” cambiará la historia. A lo sumo será otro año para cobrar religiosamente quincenas.
REVOLCADERO
Casi nadie se acuerda pero de aquel discurso sacamos los agradecimientos de Ramón Guerrero Martínez. Le rindió pleitesía a un Enrique Alfaro Ramírez y a un al Abraham González Uyeda. Casi nadie. Son ellos los que le acomodaron las piezas y los que gobiernan Puerto Vallarta. También se refirió a Ismael del Toro, alcalde de Tlajomulco, a Dante Delgado y Hugo Luna, los dirigentes nacional y estatal del MC. Cualquier funcionario municipal oriundo de Guadalajara es recomendación de ellos fruto de los patos y compromisos de campaña.***** Quienes aplaudieron gustosos de que el síndico Roberto Ascencio Castillo prometió erigirse en el paladín que llamara a cuentas al alcalde Ramón Guerrero y le exija honestidad y cumplimiento a sus promesas, ahora se dicen decepcionados y defraudados del síndico. Que el abogado se ha convertido precisamente en lo que tanto le criticó al alcalde. A todos se le esconde y a nadie le contesta sus llamadas. Eso es justo de lo que se queja de Ramón Guerrero y en eso se ha convertido, en un ostión que necesita le rasquen bajo la concha para abrirse, en su caso, para abrir la puerta y dar una audiencia. Ya antes nos habían dicho que José de Jesús Rodríguez Campoy, “campoyito” lo bautizaron, había sido contagiado del mismo virus. El alcalde así se conduce pero es grave que todos en su gobierno lo secunden, se enfermen. Porque quejas iguales nos han dado de Arturo Dávalos, Santiago Centeno, y Memo Salcedo. Caray, y son estos los que aspiran a ser candidato a algo, “el cepillo” a la alcaldía.***** El fin de semana los panistas salieron a las calles y se apostaron en los cruceros de mayor tráfico vial para repartir información sobre las reforma hacendaria del gobierno federal. Hasta ahí, pues es una actividad preponderantemente política. Se trata de difundir que el PRI pretende imponer nuevos impuestos a la ciudadanía. Lo interesante es que en esa jornada, se exhibieron dos corrientes de panistas, unos claramente promotores del proyecto de Olivia Pérez de González y otros, porristas de Ricardo Ponce Ibarría. Son los dos aspirantes a la presidencia del Comité Directivo Municipal del PAN. No supimos que Carlos Murguía Cibrián sudara la gota gorda. Nos dicen que también quiere ser el jefe del panismo.