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Lunes, 16 Julio 2018 11:42

El asesinato de Daniela y cómo se deshicieron de ella; el novio siempre estuvo entre los sospechosos

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Por Jorge Olmos Contreras

La tarde del lunes una señora caminaba a toda prisa por la calle Felipe Ángeles en la delegación de Las Juntas. Apretaba el teléfono celular y mientras hablaba con alguien con el aparato, se soltaba en llanto una y otra vez. “Los detuvieron”, alcanzó a decir la doña que reflejaba en el rostro una angustia inexplicable. Se trataba de la madre de David Israel, el joven que habría asesinado a Daniela Vargas Ledezma, la muchacha que desapareció el 05 de febrero pasado y cuyo cuerpo fue encontrado semienterrado 11 días después en una zanja en un potrero de la misma demarcación.

Los padres de David viven en una casa de color anaranjado muy llamativo en la calle Felipe Ángeles, entre Francisco Serrano y Venustiano Carranza. Desde el día de la desaparición de Daniela, comenzaron a actuar extraño y cuando la fiscalía citó a su hijo para comparecer ante el Ministerio Público por ser uno de los principales sospechosos del crimen, fueron notorias las constantes ausencias del muchacho. Ya casi no se le miraba por Las Juntas, sólo a su hermano.

Los otrora amigos de parranda ya no hacían ronda con David Israel, sólo uno era el que lo acompañaba a un pueblo del norte de Nayarit. Cuando les preguntaban a sus padres en dónde estaba su hijo, se limitaban a decir que había salido de excursión y que no iba a estar todo el fin de semana en Puerto Vallarta, que no lo buscaran.

Así pasaron varios fines de semana desde que la fiscalía encontró el cuerpo de Daniela Vargas. David simplemente se perdía por días y no podía ser localizable. Su papá, un señor aficionado a las peleas de gallos y que presumía ser abogado, cortó toda comunicación con cualquier persona que preguntara por David o que abordara el tema del feminicidio de Daniela.

LOS ARCHIVOS OLVIDADOS

La Fiscalía parecía que doblaba las manos y dejaba el expediente de Daniela Vargas en los archivos olvidados, empolvados, archivos que cobraban vida y parecían decir que los revivieran, que no los olvidaran.

Pero no valieron marchas ni protestas. Tampoco la presión de los medios y las redes sociales había surtido efecto. La Fiscalía, en efecto, parecía estar dormida, narcotizada, paralizada… Por eso la familia de Daniela estaba indignada, molesta, frustrada; porque a pesar de que les dijeron que el novio tenía mucho qué ver y mostraron que traía rasguños, no les hicieron mucho caso.

Sin embargo, los agentes siguieron investigando y no olvidaron el entorno de David Israel, pues de ahí sacaron las primeras indagatorias y siguieron pesquisas que los llevaron a reunir elementos necesarios para presentarlos ante un juez penal y lograr que se girara una orden de aprehensión contra tres personas. A saber, contra el propio David, su primo y su padre, quienes son presuntos responsables del feminicidio.

A principios del mes de abril, casi dos meses después de que fue hallado el cuerpo de Daniela, este medio de comunicación investigó un poco más sobre cómo pudieron haber sucedido los hechos.

EL ENTORNO DE DAVID

Nos trasladamos a Las Juntas, ubicamos el pequeño departamento que habitaban Daniela y su novio y la pequeña hija que recién había dado a luz la muchacha. Supimos que la pareja había tenido una discusión en días recientes y que el joven tenía un amigo muy cercano.

Algunos especulaban que David salía mucho con su amigo, y que éste fue uno de los motivos centrales de las discusiones de la pareja.

Daniela desapareció entre el jueves 01 y el domingo 04 de febrero. Para el lunes 05 ya se había reportado que estaba extraviada, y que había sido vista por última vez a las 18:00 horas, pero que ya no había regresado a su casa. O al menos eso habría dicho su novio David.

El reportero hizo el recorrido del departamento donde vivían Daniela y David hasta la zanja que cavaron para enterrarla. Realmente es una distancia muy corta, pero el camino es oscuro y está muy solo durante la noche.

LA ZANJA SINIESTRA

En el predio donde dejaron a Daniela, todavía está la zanja siniestra, como se puede apreciar en la fotografía. Ahí se puede sentir una extraña vibra, el aire sopla en todas direcciones, a capricho, el silencio es aterrador y el ambiente triste. El terreno es áspero, duro, pedregoso, por lo que el trabajo de escarbar –quizá durante la madrugada--, y bajar a la muchacha de un vehículo, cargada en una carretilla o arrastrándola, tuvo que ser entre dos o más personas.

El o los asesinos cuidaron de borrar algunas huellas, pero los peritos del servicio médico forense habrían encontrado información valiosa en el sitio.

Sin embargo, los forenses fueron descuidados, pues dejaron el material que utilizaron para inspeccionar el cadáver de la jovencita en el lugar de los hechos, cuando se supone que no deben hacerlo, debido a la presencia de piel o sangre. Ahí encontramos guantes de color azul y otros objetos.

Pero bueno, a reserva de lo que informe la fiscalía, a Daniela la habrían matado entre las noches del sábado y el domingo. Quizá guardaron el cadáver unas horas y después fueron a enterrarla. Por la forma en la que la dejaron, en una zanja de apenas medio metro, el o los homicidas lo hicieron a toda prisa.

El vehículo que utilizaron lo debieron haber dejado forzosamente estacionado en la brecha que conduce a la planta de tratamiento del Seapal, a unos cuantos pasos de la improvisada tumba, por lo que llama la atención que nadie haya visto nada al momento que bajaron el cuerpo de la mujer.

ONCE DÍAS Y 11 NOCHES

Pasaron más de cinco meses para que la fiscalía lograra resultados y está a un paso de esclarecer totalmente el feminicidio, uno de los más sentidos por la sociedad vallartense, pues truncaron la vida de una joven madre y dejaron a una familia destrozada.

Lo peor es que los familiares del presunto novio homicida se quedaron con la bebé de Daniela, pues no siquiera tuvieron el valor de entregarlo a la familia de ella.

Daniela Vargas estuvo 11 días semi enterrada, en medio de noches tenebrosas y días soleados.

Quizá ella todavía estaba presente en otra forma alrededor de su tumba improvisada. Tal vez sufría y pensaba que era demasiado joven para morir, que no podía quedar ahí, a merced de los elementos, olvidada como un animal del monte, y sin nadie que pudiera ayudarla. La sola idea de quedar ahí para siempre la aterraba, algo tenía qué hacer, algo tenía que suceder, pues ella no merecía semejante castigo.

Once días son muchos días, pero un rayo de esperanza sobrevino cuando alguien la encontró, gracias a que su mano sobresalía de la arena y el polvo, como una señal caprichosa de su cuerpo que se resistía a quedarse en esa zanja grotesca.

Cuando la hallaron, quizás descansó un poco, pero no lo suficiente. Ella y su familia buscaban y buscan justicia. Esto no podía quedarse así.

El crimen no se va a olvidar, no tiene por qué olvidarse y los responsables tendrán que pagar por sus delitos.

La justicia divina también los espera, pues Dios no debe permitir que sigan sucediendo este tipo de crímenes, tan espantosos como horribles, que laceran a la sociedad toda y que es una bofetada, un ataque brutal para todas las mujeres, para todos los padres de familia, para los hermanos, y para los hijos.

Daniela al menos dejó una herencia, una huella de su paso por esta vida, una bonita hija que seguramente la va a recordar toda su vida cuando le expliquen por qué su madre no está con ella.

Quizás ahora pueda descansar en paz.

 

 

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