Es Manuel Galindo Nolasco quien nos guía por los laberínticos caminos que siguen la política y la vida sindical, que comienzan en puntos opuestos y tras ensayos de prueba y error, se llegan a juntar muchas veces, prácticamente todas, solamente para corromperse en el contacto y dejar dañados a sus protagonistas.
Manuel, creador del sindicato que hoy se convulsiona bajo la responsabilidad de su sucesor, advierte sin reserva, con calma: “Nadie debe involucrarse en la vida sindical, con excepción de sus integrantes”, y reconoce que el presidente municipal respeta a Gilberto Lorenzo… pero aun así le recomienda a éste que “analice seriamente su retiro”.
Víctima él mismo de las manos que mecían la cuna sindical (y que comenzaban a controlar al PRI Vallarta desde ese entonces, cuando “amigos” de su partido le impidieron regresar a la dirigencia gremial, tras de que se la “prestó” a Gilberto Lorenzo) Manuel Galindo sabe de lo que habla, al pedir que nadie intervenga, “dejen que los trabajadores resuelvan solos sus problemas, que haya respeto a la vida sindical”.
REGIDORES, HAGAN SU TRABAJO
Acusa que están buscando crear cotos de poder aprovechando el movimiento que de manera natural con matices de urgencia, se gesta entre los trabajadores municipales, para cambiar a un dirigente “con compromisos adquiridos para beneficiar a algunos, que no puede hablar ni defenderlos porque no tiene ni ha tenido la estatura de un líder verdadero”.
A los regidores, Galindo Nolasco casi les exige que dediquen su tiempo a hacer su trabajo, “y si en algo quieren ayudar para solucionar el problema de los empleados municipales, que lo hagan renovando el contrato laboral, que está vigente desde hace 25 años, y que malamente establece sus derechos, pues beneficia más a la autoridad que al trabajador”.
Advierte que nunca antes el grado de inseguridad laboral que padecen los empleados de la comuna fue tan grande como ahora, por la influencia de un gobierno municipal “insensible y arbitrario, que corre a la gente si se atreve a protestar, sin respetar ningún derecho, heredando a las administraciones municipales cientos de juicios perdidos, millones de pesos que el ayuntamiento y toda la ciudadanía debe pagar por un berrinche o por una tonta y cruel venganza”.
Demanda a los regidores que en las modificaciones al contrato laboral, se contemple la obligación de que el alcalde en turno tenga la obligación de crear y sostener un fideicomiso que avale el compromiso financiero que representa despedir injustificadamente a un trabajador, y que se haga pagar de alguna manera al que por simple arbitrariedad o capricho deje a alguien sin trabajo.
A GILBERTO, QUE LO ANALICE…
Casi forzado, Manuel Galindo se dirige también a quien muchos creen su enemigo irreconciliable, pero el que en la intimidad le pide consejo incluso, sanas las heridas de la política y la vida sindical: que “analice su retiro, como le he dicho; es el momento adecuado, de que los sindicalizados reconozcan que tuvo el valor”.
Enseñando que la debilidad humana se perdona, cuantimás en política y al interior del sindicato, Manuel se preocupa por el final de Gilberto Lorenzo, y lo hace sinceramente, pues sabe que está muy enfermo, que padece una enfermedad que con el estrés se agrava rápido y sin remedios, la diabetes.
Condenado a una dieta rígida, a evitar marearse con los placeres del mundo, atento a no perder un dedo y hasta una extremidad, por medio de una vida frugal y hasta triste, Gilberto Lorenzo podría entender el mensaje de Manuel Galindo, quien avizora y espera la llegada de un líder que despierte y merezca confianza, “pues es lo que buscan los sindicalizados, alguien que sea respetado por ellos y por la autoridad”.
-Tienes razón, “El Mochilas” ve a Gilberto como un títere… se aventura a comentar el entrevistador.
-No lo creo, en realidad respeta a Gilberto –ataja Manuel Galindo-; el presidente municipal le está dando todo su apoyo, le aguanta el nepotismo que fomenta con sus allegados, le paga como nunca hubiera imaginado… eso, querido amigo, en política, se llama respeto.
Aunque concede: “Que sea eso bueno o malo, depende de las circunstancias, y ahora, como están las cosas con los sindicalizados, muy molestos con mucha razón por lo que intentaron hacerles con el fideicomiso, tener el respeto de Ramón equivale a perder definitivamente el apoyo de sus compañeros”.
Finalmente, Manuel sentencia: “Que se vaya con dignidad, ahora que aún es tiempo”…